Los chicos del coma

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PRIMERA PARTE

Adán

UN MES DESPUÉS

Desperté con la luz en destellos de oro líquido derramándose sobre mis sábanas, las cortinas estaban de par en par, no recordaba la última vez que dormía hasta tan entrada la mañana, por lo general en el hospital los amaneceres eran agitados y comenzaban con la bruma purpurea aun cubriendo la habitación, entre mis pestañeos atolondrados, al tiempo que me tomaban los signos vitales; y los molestos aparatos que me devolvían a la consciencia con sus pitidos, fue agradable que esta mañana fuera el sol sobre mi rostro lo que me despertara.

Dasha entró en la habitación acompañada del Doctor Dan, que cada segundo día revisaba mis piernas, complacido me compartió que los cortes habían cicatrizado según lo esperado, así que por medio de una camilla y auxiliado por Dasha y mi enfermero, recibiría mi primer baño en el área de las tinas, esa noticia me alegró, más cuando me dijo que si todo seguía evolucionando de forma satisfactoria en quince días empezaría mi rehabilitación, lo que significaba salir de esa cama, tener un poco de independencia por medio de la silla de ruedas, en poco las muletas y más tarde comprobar si esa cirugía realmente me pondría de pie por mí mismo, me sentí entusiasta.

Respecto a Aitana, desde esa tarde que le dio por interpretar el papel de enfermera desquiciada y peligrosamente desequilibrada mental, colocándome a mí como el autor de la desilusión amorosa de su hermana y posicionándome en la cúspide de sus calamidades, no la había vuelto a ver.

Dasha me informó que no la despidieron, la sancionaron y la cambiaron de pabellón a geriatría, creó que el hecho de que no levantara una queja formal ayudo, cuando me interrogaron respecto a su abuso de autoridad y malos tratos, que fue lo que Dasha le contó a la jefa de enfermería para que la acompañara a mi habitación y me auxiliaran porque en palabras suyas «nunca había visto a Aitana, tan furiosa y temía por mí», argumento que comprobó, al verla marcharse hecha una furia negándose a hablar y repitiendo que renunciaría, cosa que no sucedió.

Deseé que le fuera bien, que Marcus, en algún momento, me contara de que iba todo ese lio y sobre todo, esperaba no volverla a ver jamás.

Al regresar a mi habitación, Dasha, me confesó que mi padre me tenía una sorpresa y debía estar presentable, sin lograr que me develara nada más, me dejo con mi enfermero que me ayudo a ponerme los calzoncillos,

"Sí, escucharon bien, por fin volvía a ser acreedor al derecho de usar de nuevo ropa interior y nunca más volvería a usar almohadillas" me prometí con orgullo.

Opté por usar unos pants negros, una playera polo blanca y con ayuda del enfermero me sentaron en el sillón reposet, aguardé e intenté poder aplacar mi impaciencia en las páginas de un libro que mi padre me regalo y que para mi asombro, abordaba el tema de los sueños, fuera de su habitual perspectiva científica «que hace años habría tildado de basura esotérica», no tarde en sospechar que lo compró influenciado por Tyler. En poco me fundí en cada una de sus letras, perdiendo noción de todo a mi alrededor.

Jeimmy

Me asomé sin hacer ruido, lo localicé en el sillón reposet, leyendo. Siendo sincero, iba preparado para encontrarlo en peores condiciones, debido a las advertencias de Marcus, debí saber que exageraba, ciertamente estaba más delgado y le urgía asolearse para deshacerse de ese color de estatua de marfil, pero no parecía «un muerto viviente», como su hermano, aseguró.

Emprendí el paso con sigilo, sin embargo, no fui capaz de mantener mi presencia en anonimato por mucho, debido a las muletas que emiten un sonido constante sobre el piso de vinílico, estaba entrando en la habitación cuando.

La Cuna el finalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora