Pesadillas

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3:17 am.


Adán, empezó como una onda de calor lamiendo mis piernas, la reconocí, como esa sensación que precedía a los calambres que solían darme posterior a la cirugía, ese primer mes, papá, me explicó con paciencia que eran los ligamentos y músculos acomodándose, yo maldecía a mi suerte, encajaba las uñas en las sábanas y apretaba los dientes, para no llorar, mientras él, me refregaba las piernas con una pomada de alcanfor «una receta de mi nana Mary», que funcionó mejor que las inyecciones; sin embargo esto se sentía diferente, aunque con cierta familiaridad que me puso alerta, como en otras ocasiones que me era difícil diferenciar, si estaba despierto o dormido, recurrí a un truco infalible para comprobarlo, hice algo de lo que no era capaz en la realidad, me puse de pie sin ayuda de las muletas, y por si me quedaban dudas, tomé el pomo y al darle la vuelta, giró, abrí la puerta de la habitación, la misma que por «órdenes del abuelo», Roger, dejo con llave. No quedaba duda estaba inmerso en uno de mis sueños vividos.


«Un remanente de haber estado en "el otro lado", era en ocasiones ser absorbido por sueños increíblemente realistas.

Decidí que vagaría por la residencia, baje las escaleras con una naturalidad que añoraba, sin esfuerzos, ni trastabilles, ni pausas, disfrute la experiencia, no deje que la melancolía opacará el momento, el anhelo de lograr caminar de nuevo con esa soltura, nunca dejaría de estar latente.


Me dirigí al jardín, al dar el primer paso fuera, sentí el pasto como una húmeda alfombra debajo de las plantas de mis pies, pavimentada de gotas de roció, el olor a pino flotaba en el aire, como sucedía después de una tormenta, me acerqué a la puerta de enrejado que daba al muelle, el agua era una lámina negra sin oleaje y la luna imponente era una cuenca blanca que resplandecía, de repente una sombra oscureció el césped, paso demasiado rápido varios metros arriba de mi cabeza, no tuve tiempo de hallarle forma, paso de largo, creí escuchar el batir de alas, levanté la barbilla, escudriñe el cielo nocturno, con el corazón latiéndome aprisa, me sentía observado, aunque por más que afilará la vista fuera incapaz de hallar alguna silueta entre las nubes.

Desde que Cedric, dejo de existir, tener estos sueños era una experiencia placentera «una especie de paraíso privado», donde podía hacer todo lo que en la realidad no, pero esta ocasión era distinto.

Fue cuando me detuve, y repare en el cariz de la noche:

«Lúgubre y sumido en un silencio insondable», como cuando... él me asediaba y convertía mis sueños en pesadillas, trague saliva.

Era suficiente, esto estaba lejos de ser un sueño gratificante, di la media vuelta dispuesto a volver al interior de la residencia, sin dejar de pensar que me estaba dejando llevar por miedos infundados, pero con la intuición acelerando mis pasos.

Dirigía mi mirada nerviosa a mi espalda, y entonces, el aleteo creó un banco de aire, que agito mi cabello, «no eran ideaciones mías», debí aceptar con la ansiedad prensada de mi estómago, la sombra se dibujó con todo detalle sobre el pasto, su figura espigada, me petrifico el alma, era más grande de lo que lo recordaba, con alas negras que emitían ese sonido acartonado inconfundible, eleve la cara con los ojos fijos. Como si se tratara de un aeroplano dio la vuelta y fue a pararse en el pino del jardín, se ocultó en el anonimato de la oscuridad de esas ramas frondosas, corrí al ver un par de iris amarillos, «no podía ser, me dije con el corazón en la garganta, no podía haber vuelto», mis dudas se disiparon cuando de golpe perdí fuerza en las piernas «como sucedía en su presencia», no me respondieron, caí de rodillas, me giré, al oírlo alzar el vuelo, quede boca arriba en el justo momento que se arrojó en picada sobre de mí.

La luna lo iluminó, con las alas extendidas en toda su amplitud, se me abalanzo como un buitre rapaz, me arrastre con los codos en un intento de llegar al interior, aterrizo sobre mis piernas con sus alas descolgadas, prensó sus manos como garras a mis hombros, su peso provoco que me desplomara, mi cabeza impacto sobre el césped, quede tendido, recogió sus alas, las plumas se reagruparon formando su túnica que brillaban con un efecto acerado, la capucha que cubría su cabeza cayó sobre sus hombros, develándome una nueva versión de Cedric, con rostro, si a esa delgada capa de piel traslucida como una bolsa de plástico podía considerársele piel, que dejaba ver venas azuladas y nacientes formaciones de músculos.

La Cuna el finalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora