El mismo cielo

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—Ni tras una lobotomía, podría olvidarlo. Volver a ver a Dylan es lo que más deseo en la vida. Y por supuesto que me urge "poner manos a la obra" con las instrucciones que me dio. ¿Solo es qué?...

No se atrevió a decir en voz alta las inseguridades que lo atormentaban. Didi, estaba muerto ¿Cómo era que volvería? En el momento, escuchar su voz lo extasió, la promesa de que se volverían a ver, lo llenó de una felicidad, que creía nunca sentiría de nuevo, pero conforme pasaron los días y la cabeza se le enfrió, cuanto más pasaba el tiempo, más disparatada se tornaba la promesa que Dylan le realizó en esa llamada.

Porque si existía una verdad inalienable, esa era que Dylan estaba muerto.

—¿Qué sucede Douglas? —indagó Adán y en una ojeada me examinó. Era hábil para leer las inquietudes en los gestos de los demás.

—Nada Adán, no sucede nada —contestó Jeimmy a la defensiva.

Adán, supo que, por supuesto pasaba algo, su colega atravesaba por tribulaciones que prefería guardar para sí mismo, lo respetó, presionarlo no era lo idóneo, quiso confiar en que cuando se sintiera listo, se lo contaría.

Jeimmy se dirigió a Marcus

—Deberemos darle celeridad al rescate de Robin, claro que quiero invertir todo mi tiempo y energía en investigar dónde se encontrará mi hermano en la fecha que me indicó. Pero antes es urgente salvar a Robin, es nuestro amigo, no podemos dejarlo a su suerte en manos de Cedric, él jamás nos hubiera abandonado, ni a Adán, ni a mí, es más me atrevo a decir, que incluso si tú hubieras necesitado de su ayuda, él, no habría dudado en dártela, porque así es Robin.

«Y lo hizo, en el cementerio, fue él, quien me ayudó a encontrar el camino de vuelta», pensó Marcus.

—Un entresijo a la vez ¿quieren? —intervino Adán —alzó una ceja y dedicó una de sus miraditas de padre regañón a Marcus —sino mal recuerdo, hallar la posición de la estrella de la constelación de Orión en el globo terráqueo, era una tarea que te encomendamos a ti, Marcus, ¿por cierto cómo va? —lo cuestionó.

—Sin avances —replicó con hostilidad —Es que me viste cara de astrónomo, ¿¡como para sacar mi telescopio y ubicar constelaciones?! Necesito la computadora de Matthew, que se encuentra en su oficina, donde por cierto el abuelo siempre está metido.

Jeimmy se tornó afligido.

—No te preocupes Marcus, sé lo controlados que su abuelo los tiene, comprendo la situación, mejor de lo que crees, mi abuelo también es muy autoritario. Aunque por suerte, no lo he vuelto a ver, desde hace mucho tiempo.

—Déjamelo a mí, mañana mismo, hallaré la forma. Tengo una segunda opción, en el consultorio de la clínica hay una computadora, quizás pueda colarme —improvisó Marcus.

—Montaré guardia en la puerta —se ofreció Adán —por si veo moros en la costa, para avisarte.

—Gracias a los dos, yo puedo vigilar desde el pasillo —propuso Jeimmy.

Ambos hermanos asintieron.

—Tienen razón mi plan era un disparate —aceptó finalmente con desanimó.

—Claro, me alegra lo entiendas —aplaudió Marcus —sobre todo porque si alguien era apto para el papel de Kevin Bacon, ese era yo, que además de ser guapo, carismático y cautivador, si estudié medicina, porque lo que es éste, —señaló a su hermano —no revive ni a una chinche —bromeó y lanzó la colilla del cigarrillo sobre el césped húmedo.

—Dos años, de la carrera de medicina, de los que prácticamente reprobaste todas las materias del segundo año, no te convierten en Doctor —rebatió Adán.

La Cuna el finalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora