All that we see or dream
Is but a dream within a dream.
EDGAR ALLAN POE
CORAZON DE NIÑO.
Robín.
La primera noche e incluso la segunda quise pensar, que esos malos sueños pasarían, se lo atribuí a que en la visita sorpresa al Hospital que Jeimmy y yo montamos para Adán, dedicáramos una buena parte de esa tarde a hablar de Cedric «sugestión», quise hacerme el valiente, estar a la altura, sé que Adán iba a saltarse las partes más escabrosas, para no asustarme, pero, al darme cuenta ¿Qué hice? Le pedí que no omitieran nada, y aquí estaban los resultados: noches enteras sin poder dormir, su espectro acudía a mis sueños como una imagen difusa y lejana desde la otra orilla del lago con su túnica ondeando con el viento, acechando inmóvil y señalando el viejo faro.
Despertaba temblando con la sensación de no estar solo en mi habitación, usando mis sábanas como una frontera impenetrable hasta que por fin de un salto salía de la cama, encendía la luz, me asomaba a la ventana, afinaba la vista y como era de esperarse en la otra orilla del lago, solo centellaban las luces de unas cuantas casas, sobre las aguas llegue a contemplar uno que otro bote de pescadores en su travesía nocturna, pescadores que volvían tarde, sacudía la cabeza y me auto reprochaba por ser un miedoso.
Papá lo decía siempre:
«Mi cachorro, es muy fácil de impresionar, aunado a ello, tiene una imaginación volátil.»
Y quizás tenía razón, la tercera noche, el cansancio se alojó debajo de mis parpados como un par de ojeras grisáceas, mis noches de sueño intermitente me tuvieron cabeceando y bostezando durante el desayuno, a mi mami, jamás le ocultaba nada, pero esta vez era diferente «debía madurar», escuché a papá decírselo en su habitación, cuando bajé esa tercera noche por una taza con café para espantarme el sueño, ellos creían que dormía, me quedé ahí detrás de la puerta, pude ver por el filo que ambos estaban preocupados, su conversación centrada en mí, se bifurco por sus dos grandes preocupaciones mi brazo y mi inteligencia o más bien la falta de ésta.
A papá le preocupaba mi brazo «Un pescador con un brazo inservible, es como un pececito sin una aleta, está condenado a perecer, más vale que esas terapias resulten», decía abatido.
Entendía, más de lo que ellos creían: lanzar la red, sacar una buena cantidad de peces de un cardumen, maniobrar el bote, requería de ambos brazos, el simple acto de sujetarme en altamar y asegurar la carga con un solo brazo era imposible, miré mi brazo, le exigí a mi cerebro que lo moviera, mis dedos obedecieron con torpeza y aun poniendo todo mi empeño en ello, solo logre levantarlo unos pocos centímetros por encima de mi cintura.
En algún momento tanto papá como yo deberíamos aceptar que no podría cumplir mi anhelo de ser pescador.
Mi mami, por su lado, le contaba con tristeza, cómo esa tarde no fui capaz de resolver los quebrados «No me importa lo que digan los doctores, mi Robín podrá, él no es un retardado, nadie le dirá que no puede, porque él puede hacer todo lo que cualquier otro niño de su edad hace», le replicaba a mi papá, que la miraba con el corazón en los ojos, no hubo necesidad de que pronunciara una sola palabra, la pena y la impotencia se asomaban por sus iris.
Papá, al igual que yo, podía ver la realidad, y esa era, que no importaba cuantas tardes me sentara en el comedor a intentar entender los quebrados, ni lo paciente que fuera mi mami, que me enseñaba de mil maneras, para mí era un terreno inconquistable, era como sí de pronto los números y la lógica matemática, al volver del coma, ahora fueran garabatos sin sentido, y llego un momento en que pase de la frustración a la aceptación, por desgracia mi mami no pensaba igual «que más daba sino entendía los quebrados, cuando podía hacer un montonal de otras cosas».