Jeimmy.
—¿Adán estas seguro de que puedes manejar? —le pregunté al oír como ahogaba por tercera vez el motor y no era capaz de soltar a tiempo el clutch para meter el acelerador.
—¡Qué, ya vas a empezar como mi padre!, ¡A dudar de mis capacidades! —me espeto.
—No, es qué...
No era dudar, era tener un par de ojos.
—Solo guarda silencio unos segundos para que pueda agarrarle el modo a esta camioneta —alegó —es diferente a la de mi padre —argumento, observando los pedales como si se trataran de los controles del Enterprise.
—De acuerdo —contesté y clavé la vista en la ventanilla.
El pastel mereció la pena toda la espera, los ricos tienen una extraña predilección por las cosas grandes y vistosas, mira que mandar a hacer un pastel de quince pisos, llegue a dudar que algo de ese tamaño se horneara con el debido detalle, por suerte me equivoque, fue un pastel exquisito, tanto que comí dos rebanadas, incluso pensé en tardar un poco más para probar esa bebida burbujeante "de gente bien", como Marcus denominaba a su círculo social, y es que debo reconocerle que todo lo que eran alcoholes, licores o cualquier cosa que embruteciera los sentidos, el hermanito de Adán, tenía maestría para hacerte querer probarlo: champagne, así dijo, que se llamaba, lástima que ahora dormía y no podría mostrarme la forma correcta de beberla.
De último, no pude quedarme hasta el brindis y no tuve que buscar excusas como Adán, me había aconsejado, pues fue mamá, la que tuvo la puntada de decir que si Adán y Marcus eran mayores, y ya se habían ido a la cama, yo debía hacer lo mismo, no alegue, con Helen, eso era inútil, además me intrigo, que mi mejor amigo Adán, me pidiera ir a mi habitación lo antes posible, se traía algo grande entre manos, lo adivine en su mirada, de modo que me despedí y cuando le reitere a mi madre por tercera vez, que no era necesario que me acompañara, que era capaz de entrar solo en la cama, apareció el Doctor Matthew, la vio de esa forma que yo detestaba, acaricio su hombro dándole una copa de champagne y así de sencillo fue suficiente para que me volviera invisible.
Al pasar ante las puertas de la cocina, el mesero que estuvo toda la noche atendiendo los caprichos etílicos de Marcus, me abordo, preocupado me pregunto:
¿Qué sucedió con el rubio borrachín?
Sonreí con malicia, si algo había aprendido de los Mc Neil, hasta el momento era a no desaprovechar una oportunidad y creo que también a mentir un poquito, le contesté, que ya estaba dormido, pero que la única forma en la que su hermano mayor "El gran Adán Matthew Mc Neil quinto", no lo delataría seria si me daba una botella de champagne, como pago a sus errores.
Con las muletas era imposible que, me la llevara, de modo que amablemente me dio una de las bolsas de regalo para los invitados con la botella adentro y todo lo demás «un bolso con regalos para los invitados, vaya que esta gente era rara», no tenía idea que habría dentro, solo me la colgué al hombro y me marché con una sonrisa de oreja a oreja.
Llegué a la puerta de mi habitación, me sorprendí al ver a Adán, a medio pasillo con sus muletas aguardando por mí, «sígueme fue todo lo que dijo», hicimos una parada en esa habitación que él, se empeñaba en seguir llamando "la de huéspedes",aunque que todos sabíamos que ya era la suya desde hace largo tiempo. De forma breve me contó el plan, y todavía se cambió ese trajecito "de chico adinerado", por sus clásicos pants grises que usaba a diario, lo que le llevo un rato, ya que se negaba a recibir ayuda, incluso se puso los tenis él solo.
No tenía que ser adivino, para deducir que su padre, debió volver a herir su ego, mil años después en tiempo de un desesperado como yo, estábamos en la camioneta de su abuelo rumbo a...