Adán.
En los asientos traseros de la camioneta el tiempo se alargó, como un efecto del silencio denso y permanente que se instauro en los asientos del copiloto y del conductor, con tal disciplina que cualquiera juraría que el abuelo y mi padre cumplían un pacto de silencio.
En búsqueda de evaluar la situación, enfoqué mi atención en la expresión de Jeimmy, sus ojos surcaban las sombras de los árboles que se reflejaban sobre la ventanilla de su lado, sin embargo su mente se encontraba muy lejos de aquí, navegaba en sus recuerdos y añoranzas, me reconforto que por lo menos esta «salida clandestina» fuera de provecho para uno de los dos, me hallaba en esos pensamientos, cuando Marcus que hasta ese momento me daba la espalda, abrazado a si mismo durante el camino, se giró y decidido adoptar mi hombro como su almohada personal y rodear mi cintura con su brazo.
¿En serio? ¿Es que yo era el único al que los nervios le carcomían las tripas por la que se nos venía encima?
No, pero quizás sea, que estás consciente de que eres al que peor le va a ir. Por eso de ser el mayor y por si fuera poco el autor intelectual.
Al llegar al portón de la privada la ausencia de sus reproches airados y que hasta el momento no hubiera comenzado a taladrarme los oídos recitando todas las faltas en las que incurrí, ya me tenía al borde de la incomodidad, esa no era la forma habitual de actuar de Matthew, él necesitaba: vociferar, soltar vituperios, gesticular de forma exagerada «esa era su válvula de escape».
Que no siguiera ese patrón me inquietaba y dificultaba poder predecir las acciones que tomaría, sin embargo, ya sopesaba sus posibles reprimendas y el castigo, lo que no pude ver venir, ni, aunque me hubiera dado una ventaja de años y «que incluso hizo que deseara que el silencio volviera» fue el momento en el que bajo ambas ventanillas traseras y les dijo a los vigilantes «que nos vieran muy bien»
«¿Ya los vieron? grábense sus rostros porque estos chicos no saldrán solos en los próximo quince días»
¡De qué rayos hablaba! Si está era la primera vez, que por lo pronto yo, salía solo de la residencia, desde que desperté del coma.
»Si ven a alguno merodeando por aquí no duden en llamarme»
Los hombres sonrieron entre sí y posterior a ello, asintieron con respeto, uno de ellos el de complexión de mastodonte, cara cuadrada mal encarado y lente de espejo «a media noche»
«No se preocupen, Doctores, de mi corre que estos chicos no vuelvan a darse a la fuga, estaré muy al pendiente», se adelantó a contestar complaciente con zalamería.
Desde cuando mi casa se convirtió en Alcatraz.
Le dedique una mirada de pocos amigos a la par de que las ventanillas volvían a subir, activadas por el abuelo. Jeimmy ni siquiera volteo a verlos y Marcus se remitió a soltar un ronquido quedó cerca de mi oído.
Mi padre estacionó la camioneta Ford al frente del pórtico, apago el motor y los faros, con la mirada puesta en los relieves de la pesada puerta de madera de la residencia, habló sin vernos.
—Ahora quiero que los tres bajen y se dirijan a sus respectivas habitaciones sin hacer el más mínimo ruido, no quiero oír una sola palabra, es tarde, estoy exhausto...
«Por supuesto que dirigirle la palabra, ahora era lo último que quería, pero alguien debía hacerlo y no veía posibles candidatos a mi alrededor».
—Papá —lo interrumpí sin dejarlo terminar la frase.