Capítulo VI

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-Sabes exactamente lo que tienes que hacer.- Musitó Melaneia entre dientes al pasar por su lado. Iba ataviada con un impresionante vestido de vetas plateadas y verdes, con su pelo naranja abrazando una imponente corona, también plateada, de grandes rubíes color rojo sangre.

Ella tragó saliva, intentando tranquilizarse. Se encontraba a las puertas de la sala del trono, en donde estaban todos los nobles arcanienses, rodeada de guardias. Según le habían explicado, Lovidius diría unas palabras, y cuando le indicasen los guardias, ella tenía que hacer su entrada en la amplia sala. Rezó por no tropezar con los tacones y caer estrepitosamente enfrente de todas aquellas personas. No porque le importase lo que pensaran, sino por lo que le costaría cada error con Melaneia.

Respiró profundamente y se hizo a un lado, desde donde no la podían ver los del interior de la gran sala, para dejar pasar a la familia real, quienes entraron al son de lo que supuso sería el himno arcaniense, colocados en una posición perfectamente calculada: Melaneia y Lovidius delante, cogidos del brazo, seguidos de cerca por Leinen, y algo más atrás, Tyssa. A pesar de esta colocación, a cada uno se le podía ver perfectamente desde todos los ángulos.

Semioculta desde un lado de la puerta, vio cómo todos los presentes hincaban la rodilla y agachaban la cabeza mientras los cuatro avanzaban por el camino libre que se había dejado en el centro de la estancia, marcado por guardias que separaban a los reyes y príncipes del resto de nobles.

Kyla se centró en la música, cerrando los ojos para escuchar con atención lo que comenzó con un solemne lamento de un violín, al que se empezaron a unir, lentamente, más instrumentos, algunos de los cuales la chica no supo identificar.

Era una melodía preciosa; sobre una base de notas graves que acariciaban el tímpano con suavidad se erguían, escalas más arriba, vibratos profundos, ecos y armónicos majestuosos, que flotaban por el ambiente, embelesando al oído, mientras la dulce melodía principal, que el violinista construía con cada paso de su arco por las cuatro finas pero resistentes cuerdas y cada desliz de sus dedos por el diapasón del instrumento, se elevaba por encima de cualquier sonido.

La chica se abstrajo de lo que estaba ocurriendo, concentrada únicamente en todo lo que la música le hacía sentir, relajando sus pensamientos de preocupación y sustituyéndolos por sonidos tranquilizantes, melodiosos y bellos. Aquel conjunto le hacía pensar en la frescura y el verdor de los bosques de Arcanum, en el cálido fuego que alumbraba cada hogar del reino, en sus gentes felices que recorrían las calles... Le hacía ver imágenes de altas cordilleras, que, aunque no había visto nunca antes, tenía la certeza de que eran arcanienses. Algunas de dichas montañas estaban coronadas por blanca y pura nieve, mientras que en otras se podía ver la cálida tierra yerma, o la dura piedra gris, e incluso sentía la humedad del musgo como consecuencia de la incesante lluvia. Con la humedad vino el frío, mas no se trataba de un viento desagradable; en vez de eso, se vio acariciada por el gélido abrazo de la noche arcaniense, que le sacudía el pelo con rebeldía.

Notó el olor de las flores inundando sus fosas nasales, y al mismo tiempo, percibió cómo se mezclaba con el aroma de comida recién hecha, intercalado también con ininteligibles conversaciones llenas de risas y felicidad.

Por último, se vio, o más bien se sintió, en presencia de la realeza, como si fuese una campesina que acudía a solicitar algo a su rey. Experimentó una profunda reverencia y veneración por el monarca, uno que era justo, sabio y bueno. Estaba segura de que daría todo por él, y un calor que reconoció como orgullo y satisfacción inundó su ser. Respiró hondo.

Entonces cesó la música, y todas las imágenes que tanto había abrazado y disfrutado se desvanecieron cual suave soplo de brisa. Los bosques, las calles, las gentes, sus hogares, las montañas... todo desapareció de su imaginación, dejándole con el agridulce sabor de la nostalgia de algo que no había vivido ella misma, sino la canción. Supo que no le importaría permanecer allí escuchándola una y otra vez, para siempre.

Arcanum: la princesa cautivaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora