Se desató el caos. Tras haber asimilado lo que ocurría, el pensamiento de la gran mayoría de ciudadanos había tenido un solo objetivo: huir. Estaban siendo atacados y no pensaban permanecer en el campo de batalla mientras eso ocurriese. Los guardias se movilizaron, y entre la muchedumbre, los atacantes emergieron, sacando armas de toda forma y tamaño de sus bultos de ropa o las carretas aparentemente olvidadas en las esquinas.
Menesre giraba sobre sí misma una y otra vez, observando la huida de la gente asustada que gritaba con desesperación. Vio a hombres cayendo, ancianas desorientadas y niños perdidos entre todos los que hacían lo posible por protegerse de la amenaza. Ahí no existía un prójimo, ni siquiera un mínimo de compasión. Era un ⪻sálvese quien pueda⪼ en toda regla.
-¡Brandal! ¡Ha escapado! -oyó que gritaba un guardia a su derecha. En efecto, así era. Aprovechándo la conmoción inicial, el hombre había huido corriendo hacia la multitud, probablemente a reunirse con sus salvadores rebeldes. Porque estaba claro que eran rebeldes.
Tylen la agarró del brazo, bajándola de la plataforma en la que estaban ella y el resto de la realeza.
-¡Corre, ven! -la instó con urgencia. Ella no dudó un instante en seguirle, pues no sólo era su amigo, sino también su guardia personal. Todos en la familia real tenían uno.
Se recogió la falda y lo siguió, corriendo como podía en aquellos incómodos y estúpidos tacones. Se detuvo un momento para quitárselos, dándose cuenta en ese instante de hacia donde se dirigían.
-Tylen, el castillo está hacia el otro lado. -le indicó confundida.
-Lo sé, Kyla. Este es el plan que te dije. Vamos, deprisa, sígueme. Tenemos que llegar hasta Axel, él se ocupará del resto.
Las palabras del chico fueron como un jarro de agua fría sobre su cabeza. No podía creerlo. Disimuló su desconcierto y respiró profundamente unas cuantas veces. ¿Tylen, rebelde? Negó con la cabeza, pero en vez de contestar, lo que pondría en alerta al muchacho, le siguió unos cuantos metros más. Se aseguró de que avanzaba sin mirar atrás y dio la vuelta en la dirección contraria.
-¡Leinen! -gritó.
A su alrededor sólo veía rebeldes y guardias luchando, así como varios civiles que habían terminado en medio del conflicto y no encontraban una vía de escape. Oyó la voz de Tylen a sus espaldas, y supo que se había dado cuenta de su huida. Corrió tan rápido como sus pies descalzos se lo permitieron en aquella piedra rugosa de la plaza, pero debido al peso del vestido y la falta de zapatos, sabía que el guardia la alcanzaría pronto.
Se acercó hasta el soldado más próximo, desesperada. Resultó ser una chica, que la miró con ojos como platos al reconocerla.
-¡Princesa Menesre...!
-¡Por favor, me está persiguiendo un guardia! -Odiaba hacerle aquello a su amigo, pero no podía ir con él. Necesitaba alejarse todo lo posible de los rebeldes, y por mucho que quisiese a Tylen, no le seguiría hasta ese grupo de locos. Le señaló. -¡Ese! Es rebelde.
El rostro de la chica se endureció con indignación al oír aquello. Era impensable que un guardia del rey pudiese cometer tal traición. Menesre esperó que no fuese demasiado dura con él; sólo necesitaba que lo retrasara lo suficiente como para escapar, no que le hiciese daño real. Se sentía traicionada por el engaño de Tylen, pero seguía considerándolo un amigo. Por muy rebelde que fuera, estaba segura de que en su amistad había algo real.
Volvió a salir corriendo en cuanto vio que el chico ganaba terreno. Estaba a tan sólo unos metros. Le dedicó una mirada de disculpa y se marchó sin mirar atrás.
Cayó varias veces, chocando con guerreros y civiles por igual, pero en ningún momento estuvo desprotegida. En cuanto algún guardia la reconocía, se apresuraba a pegarse a ella y apartar a cualquier rebelde que se le acercase, por lo que terminó rodeada por varios soldados que la acompañaron mientras buscaba a los reyes.
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Arcanum: la princesa cautiva
FantasyLIBRO DOS (📚 saga Arcanum) Tras el trato que hizo Kyla con la reina Melaneia, la situación de la chica cambia radicalmente: vestidos, joyas, guardias y una constante actuación para esconder su miedo se convierten en su inevitable rutina mientras, e...