La siguiente descarga lo arrancó definitivamente de la Tierra. Cerró los ojos intentando volver, desesperado, pero conocía los efectos del poulevien. No podría regresar al otro mundo hasta dentro de unas cuantas horas. Una nueva descarga lo recorrió de cabeza a pies.
-Ya estoy consciente, idiota.- Masculló, sus ojos cerrados con fuerza. Se llevó un puñetazo del guardia al que había insultado.
-De pie.- Oyó que le ordenaban. Él simplemente escupió a un lado, recuperándose todavía. -¡De pie, 107!
¿Tenían número? Recordó vagamente algo que le habían escrito en el cuello en su segundo día allí. Al parecer, sí que lo tenían. Como el ganado.
Recibió una patada en el estómago.- Levantadlo.- Dijo la voz áspera que hace unos instantes le gritaba.
Acto seguido, dos pares de brazos firmes lo levantaron del suelo. El chico se extrañó porque no habían abierto el grillete de su muñeca, pero luego cayó en la cuenta de que los abrían antes de comenzar a gritarles que despertaran. Entreabrió los ojos, todavía aturdido. Se encontraba frente a un hombre de mediana edad que lo miraba con expresión cruel y maliciosa. Detrás de él, varios guardias sujetaban a sus compañeros de celda. Notó que Amaranthi tenía una marca roja en la mejilla, probablemente de intentar evitar que lo despertaran.
El hombre hizo un asentimiento de cabeza a alguien que tenía detrás, y Axel recibió un golpe en ambas rodillas que lo obligó a plantarlas en el suelo. Alzó la cabeza para mirar al hombre, probablemente el guardia jefe de aquel lugar o algo así. Este le pegó otro puñetazo, y esta vez el chico notó no sólo el puño, sino también el impacto de otro objeto en su mejilla.
-Bonito anillo.- Ironizó, señalando con la cabeza el enorme trozo de oro arcaniense, con un rubí incustrado, que adornaba el dedo corazón de su mano izquierda. Axel no tenía ni idea de cómo un guardia, por muy importante que fuera, podía permitirse algo de ese talante.
-Prisionero 107...
-Axel. Encantado.- El guardia de su derecha le dio un pequeño golpe. Axel se giró. Era Sierpes, y su cara le indicaba que cerrara la boca. Él resopló.
-Prisionero 107,- repitió el guardia fulminándole con la mirada.- has cometido una infracción grave. Recibirás el castigo pertinente frente al resto de la prisión.
Axel puso los ojos en blanco.
-Cuanta formalidad. Clávame un puñal, enciérrame en algún otro sitio o lo que sea, pero hazlo ya, pesado.- Sus ojos se encontraron con los de Striut, que negó con la cabeza.
El jefe de la prisión lo ignoró y asintió otra vez al guardia que tenía detrás. Este le empujó para que avanzara. Axel consideró no moverse, pero sabía que entonces lo arrastrarían, así que se levantó de nuevo, irguió la espalda y caminó por donde le indicaban. El camino era irregular, y el muchacho todavía sentía parte del dolor provocado por el poulevien.
Llegaron a una enorme galería, la misma en la que formaban todas las mañanas para el recuento, en el que probablemente se habrían dado cuenta de que les faltaba un prisionero. En el centro de la galería había un poste con una argolla. Estaba muy claro para qué servía.
Toda la prisión estaba en silencio. El chico caminó con aparente tranquilidad, dirigiéndose hacia el poste, pero le detuvieron a unos pocos metros de él. El guardia jefe avanzó hasta situarse en el centro del círculo que se había creado alrededor del poste.
-En vistas de la infracción cometida por el prisionero 107, yo, Ulgardien, guardia jefe de Helvetium, me dispongo a aplicar la sanción que corresponde.- Anunció con voz potente.- Puesto que sus compañeros de celda no han dado parte del crimen cometido, cada uno de ellos recibirá una pequeña porción del castigo de 107.
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Arcanum: la princesa cautiva
FantasyLIBRO DOS (📚 saga Arcanum) Tras el trato que hizo Kyla con la reina Melaneia, la situación de la chica cambia radicalmente: vestidos, joyas, guardias y una constante actuación para esconder su miedo se convierten en su inevitable rutina mientras, e...