Capítulo XI

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Menesre contuvo el aliento cuando la doncella volvió a apretar su corsé, evitando poner una mueca. Se miró en el espejo, analizando su rostro cuidadosamente maquillado y su pelo hábilmente recogido con complicadísimas trenzas de diversas formas y tamaños, con tan sólo unos cuantos mechones sueltos. 

Estaba nerviosa. Era la primera ceremonia oficial a la que asistía desde lo ocurrido con su memoria, y aunque había pasado días aprendiendo todo tipo de normas sobre cómo actuar y demás, no tenía mucha confianza en hacerlo todo bien. También estaba agotada, siendo que había pasado varias noches sin apenas dormir, tratando de recordar cualquier cosa y analizando las palabras de aquel rebelde, Axel, lo que solía terminar dándole una fuerte jaqueca. En resumen, entre los nervios por lo que le deparaba ese día y la falta de sueño, le costaba mantenerse centrada y pensar con claridad.

Con ayuda de las doncellas, se colocó el vestido azul marino que había elegido su madre (había dejado de llamarla madrastra; Melaneia lo prefería así, pues alegaba que su madre biológica, Algerith, no se había comportado como tal y no merecía ese apelativo, ya que, aparte de traidora, nunca se había preocupado por Menesre). El suave tejido de seda le acarició la piel, y ella dejó que las sirvientas colocaran bien los pliegues de la falda para que ocultaran las enaguas mientras observaba las bellas constelaciones que formaban las decoraciones de estrellas, entretejidas con hijo plateado por todo el vestido azul.

Le colocaron una delicada tiara de plata con zafiros incrustados en la cabeza. Ella respiró varias veces y se miró al espejo. Estaba lista.

Justo cuando pensó aquello, llamaron a la puerta. Se acercó a abrir, suponiendo que sería aquel guardia, Tylen. Habían hablado varias veces en los últimos días, y a la chica le agradaba su compañía. Entendía por qué eran amigos.

Sin embargo, no era Tylen quien había llamado, sino su hermanastro Leinen. Sonrió al muchacho.

-¿Necesitas algo?- Preguntó la chica educadamente.

-Sí. Bueno, en realidad no.- Contestó él, devolviéndole la sonrisa.-Tú necesitas algo. Verás, se espera que cada miembro de la familia real baile, al menos, en una pieza. No te preocupes, no vas a tener que abrir un baile ni nada, pero... Bueno, es probable que algo sí que tengas que bailar, y quería asegurarme de que estabas preparada por si se presenta la ocasión.

Unos minutos después, la chica se encontraba con Leinen en la sala del trono, mientras este le enseñaba las nociones básicas del baile arcaniense. Sorprendentemente, no le llevó demasiado tiempo aprenderlo. Supuso que su memoria muscular lo recordaba de antes de haber perdido sus recuerdos.

-Madre me ha comentado que estás algo nerviosa por la ceremonia de hoy. ¿Qué tal lo llevas?- Inquirió el príncipe mientras daban vueltas por la sala.

Menesre se encogió de hombros.- Intento no pensar demasiado en ello.- Confesó.

-No te preocupes, hermana.- La tranquilizó el chico.- Si lo necesitas, puedo quedarme junto a ti toda la ceremonia. Hasta que te sientas segura.

Ella se sorprendió gratamente ante tal gesto de generosidad.- ¿Harías eso por mí? Pero Leinen, te vas a perder toda la diversión, no...

El otro rio.- No te preocupes por eso. Hay muchos bailes y celebraciones a lo largo del año, no me voy a perder nada. Además, ¿quién dice que tú no puedas divertirte también?

Su charla continuó por un buen rato, hasta que Menesre se sintió lo suficientemente confiada como para saber defenderse en caso de que alguien le pidiese un baile. Después se dirigieron, junto con el resto de la familia real, varios guardias y algunos sirvientes, al carruaje que les esperaba en la puerta principal del castillo.

Arcanum: la princesa cautivaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora