Capítulo XVII

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Menesre despertó en un lugar muy diferente del sitio en el que había dormido, acurrucada junto a Leinen entre los árboles. Para empezar, allí no había cuerdas rodeando sus muñecas ni pegando su espalda a un incómodo tronco, sino que se encontraba tumbada en una cama, muchísimo más pequeña y menos blanda que su catre en los aposentos del castillo. La luz del mediodía bañaba la estancia en la que se encontraba.

Aquello debía de ser la Tierra, por lo que le había dicho Leinen. Ella no tenía ni idea de cómo funcionaba todo en ese lugar, puesto que aunque en Arcanum no era difícil acceder a información sobre la Tierra, sus modos de vida, costumbres, etcétera, nunca lo había creído necesario. Es decir, ¿quién iba a pensar que la princesa Menesre viajaría al mundo paralelo? Ni siquiera ella lo tenía entre sus planes.

Lo cierto es que no se explicaba cómo había viajado. Según tenía entendido, sólo iban a la Tierra los arcanienses que querían y se dormían con ese propósito, y mientras los arcanienses siempre debían regresar a su mundo, lo mismo ocurría con los terrícolas: alguien de la Tierra no podía quedarse en Arcanum para siempre, y viceversa. De todas formas, no se detuvo a pensar demasiado en aquello, pues como ella misma se había admitido, no sabía lo suficiente sobre la Tierra y todo el tema de los viajes entre mundos como para comprender lo que ocurría. Por alguna razón, había viajado hasta allí, y ahora tenía que determinar cuál era su situación actual.

Se incorporó y observó la diminuta habitación en la que se encontraba. La cama ocupaba gran parte del espacio, al igual que el pequeño armario pegado a una pared, y encajonado entre la cama y la ventana había una sencilla mesa de madera con una silla y una montaña de papeles encima. No cabía nada más. Menesre se acercó al montón de papeles, curiosa, y se sorprendió al encontrar en la cima de este un sobre amarillento con un sello rojo. Fijándose en este último, se percató de que era el escudo arcaniense, es decir, el que usaba la monarquía.

Emocionada al pensar que podía ser una nota de su familia indicándole lo que hacer, se apresuró a abrirlo, pero se llevó una gran decepción al ver que sólo contenía una palabra: ⪻Menesre⪼. Arrugó la nariz, sin entender el propósito de todo aquello, y dio la vuelta al sobre, donde se podía leer ⪻Para María⪼. ¿Quién demonios era María, y por qué le enviaban cartas con su nombre escrito? En cuanto la jaqueca se quiso asentar en su cabeza, dejó la carta a un lado y se dirigió a la puerta. Iba a abrir cuando escuchó un ruido al otro lado, como si alguien estuviese caminando por el pasillo.

Alarmada, retrocedió de nuevo hasta la mesa, buscando frenéticamente una pluma o algo punzante, pero sólo encontraba palillos de madera con extrañas puntas grises de aspecto frágil, y otros instrumentos alargados, muy parecidos, pero hechos de un material más liviano. Finalmente se contentó con unas tijeras que encontró allí, parecidas a las que usaban las doncellas para cortarle el pelo, pero con una forma algo diferente, menos puntiagudas y mucho menos pesadas.

Alzó las tijeras como quien agarra un cuchillo, y lentamente, cuidándose de no hacer el mínimo ruido, se acercó a la puerta. Las palabras de Leinen estaban bien presentes en su cabeza: ⪻...No sé cómo era tu vida en la Tierra, pero... no te fíes de nadie. Nunca sabes quién es el enemigo, ¿entiendes?⪼.

El sonido se repitió. Definitivamente, había alguien moviéndose por ahí afuera. Tragó saliva varias veces y se decidió. Debía salir de allí como pudiera, y luego buscar algún sitio seguro en el que estuviera ella sola y nadie más.

En cuanto escuchó que los pasos se alejaban mínimamente, giró el pomo y abrió la puerta tan silenciosamente como pudo, saliendo a un estrecho pasillo con cuatro puertas. De una de ellas salía una potente luz blanca, más luminosa que la de un candelabro o una lámpara de velas como las que empleaban en el castillo. Definitivamente, aquella no era la salida, lo que le dejaba con otras tres opciones. Decidió optar por la más alejada de todas, que tenía una cerradura y se encontraba junto a un perchero del que colgaban unas pocas prendas y una especie de alforja, extraña pero bonita.

Arcanum: la princesa cautivaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora