Decenas de guardias entraron apresuradamente en la sala, Tylen entre ellos, y se desperdigaron por la estancia, con la vista fija en cada una de las puertas de acceso, mientras el sonido de la lucha aumentaba en volumen.
Kyla pensaba a toda velocidad. A su alrededor sólo percibía alarma, y era consciente de que los integrantes de la familia real estaban muy pendientes de sus movimientos. Sonrió, aunque aquello no evitó que la tensión se apoderara de su organismo al caer en la cuenta de que estaba rodeada de sus enemigos. Tenía que encontrar alguna manera de llegar a los rebeldes. Luego sería libre.
El arma sujeta a su antebrazo se volvió más pesada. Lentamente, giró la cabeza hasta clavar sus ojos en Melaneia. La mirada retadora de esta prácticamente le gritaba una invitación a luchar. La chica no se movió un centímetro, pero agitó mínimamente el brazo para comprobar que el objeto seguía todavía allí.
Lo vio todo; ella sacando rápidamente su arma de la manga, corriendo hasta la reina e insertándola con fuerza en su gaznate. Observó cómo la vida escapaba de sus ojos mientras ella luchaba por sobrevivir, pero al mismo tiempo su expresión revelaba que era consciente de su derrota. Presenció cómo la sangre, de un rojo tan brillante que no distaba mucho del naranja de su pelo, manchaba el pavimento de mármol, y levantando las manos comprobó que aquel líquido pegajoso también las había cubierto. Se arrodilló sobre el cadáver todavía caliente de la mujer, y supo por sus gélidos ojos sin vida que había terminado el sufrimiento, la muerte y la destrucción. Podría volver a ver a Axel y no tendría que preocuparse por actuar de princesa en aquella feria de nobles. Podrían vivir juntos, con Tylen, Nía, Olgar y Amaranthi en los bosques, y no necesitarían preocuparse por nada. Todo sería perfecto.
Entonces se levantó, con su rostro, manos y vestiduras bañadas en sangre, y alzó la vista al frente. Todos la miraban fijamente. La realeza, los nobles, los guardias, los rebeldes... Entre la multitud, vio a Axel; pero su rostro no era el que esperaba. En él, como en el de todos los presentes, había una mirada acusadora. La señalaron con el dedo mientras en sus labios se dibujaba una misma palabra. <<Asesina.>>
Kyla parpadeó, soltando un leve jadeo ante la vívida imagen que había presenciado en su mente. Notaba la afilada mirada de la reina, aún viva, traspasándola con su veneno. Palpó su antebrazo para comprobar que el arma estaba ahí, pero no se movió.
La irrupción de los rebeldes en la sala del trono le sacó de sus cavilaciones. Estos entraron ruidosamente, algunos presentando heridas, con aspecto muy variopinto y numerosas armas y armaduras. A pesar de las diferencias entre ellos, todos llevaban atado al brazo izquierdo una banda color púrpura.
Los guardias atacaron primero, enfrentándose despiadadamente a los asaltantes, quienes no tardaron en reaccionar y contraatacar con fiereza. En medio de aquella refriega, en la que los rebeldes hacían lo que podían para avanzar hasta la familia real, se podían oír gritos de los distintos frentes que se elevaban por encima del sonido del metal.
-¡Princesa Menesre!- Exclamaban varios rebeldes.
-¡A por ellos!- Oyó gritar a un noble que había sacado una espada y se unía junto con otros al combate.
-¡A tu izquierda!
-¡Malditos traidores!
-¡...!
-¡Kyla!- la voz desesperada de Tylen le hizo girar la cabeza en su dirección. Confió en que los reyes no le hubieran oído llamarla de ese modo, y suspiró aliviada cuando comprobó que así era. Leinen, en cambio, sí que lo había escuchado, y torció el gesto para luego mirarla con las cejas arqueadas.
El guardia avanzaba hacia ella al tiempo que esquivaba estocadas y se defendía de quienes le atacaban. Kyla notó que se esforzaba por no ocasionar daño real a ningún rebelde, a pesar de su odio por ellos, sino que simplemente los incapacitaba para que no pudieran continuar atacando.
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Arcanum: la princesa cautiva
FantasyLIBRO DOS (📚 saga Arcanum) Tras el trato que hizo Kyla con la reina Melaneia, la situación de la chica cambia radicalmente: vestidos, joyas, guardias y una constante actuación para esconder su miedo se convierten en su inevitable rutina mientras, e...