Sorpresa

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A penas pude dormir, pesadillas me atormentaban a todo momento. Todas esas muertes, pero sobre todo la de Lucas. Imaginaba cómo sería mi vuelta, como Joel seguramente me odie y como Marcus me vea como una asesina. No los culpo, lo soy. Me levanté, me cambié y recogí algunas cosas para luego llevarlas al salón, sentándome después en el sofá.

-¿Qué haces preparada ya?-me sorprendió la voz de mi mentor.

-No quiero dormir más.

-Tienes que descansar.

-Voy a tener el resto de vida para descansar.

-¿Quieres hablarlo?- dijo sentándose a mi lado y mirándome con pena.

-¿Como lo haces?

-¿El que?

-Seguir adelante.

-No queda otra. Que siga adelante no significa que esté todo el tiempo con miedo, con recuerdos.

-Solo finges la sonrisa, ¿verdad?

-No siempre. Delante de cámaras, sí.

-Les tienes miedo.

-Por mucho que no quiera no puedo evitarlo. Esa gente me ha hecho pasar putadas que no puedo olvidar.

-¿Eso que dicen es verdad?

-¿Qué dicen?

-Que el Capitolio te vende.

-Los rumores corren rápido.

-¿Es verdad?

-No- dijo rápidamente.

-Vale. ¿Se lo hicieron a Jenn?

-No.

-Guay.

-Guay- repitió, esta vez mirando a un punto fijo.

-Gracias- dije haciendo que me mirara y que no se encerrara en sus pensamientos, sé lo mal que eso sienta.

-¿Por qué?

-Por todo.

-Ha sido cosa tuya.

-Sé que ayudaste a Jenny. Quizá no pudo salir, pero sé que quisiste ayudarla.

-Alguien me lo pidió- dijo sonriéndome.

-También me has ayudado a mí, por muy mal que al principio me comportara.

-Es normal, nos asustamos cuando venimos aquí y nos cerramos por banda.

-Sabes, creo que fue por Jenny. Estaba centrada todo el tiempo en lo que ella debió sentir cuando estaba en mi lugar, todo el maldito tiempo. Y creo que también os culpaba.

Es la verdad. Probablemente al principio lo hiciera, culpaba a todos y todo de la muerte de mi hermana. Sabía que no tenía ningún sentido, pero en el fondo de mi no me salía este normal.

-Siento no haberla salvado.

-No es culpa tuya, ni de Mags. Estando aquí me he dado cuenta que nuestras vidas no dependen de vosotros.

Ninguno de los dos volvió a decir nada. No era un silencio incómodo, pero era uno doloroso, al menos para mí. Tenía todo el tiempo esas imágenes en la arena reproduciéndose en mi mente una y otra vez. Apoyé mi cabeza en su pierna, estirándome en el sofá. Comenzó a hacerme cosquillas en la cabeza, lo que me relajaba pero no me hacía olvidar o dejar de pensar. Así que decidí, después de un rato, romper el silencio.

-Esto no va a acabar nunca, ¿verdad?

-No- dijo suspirando. Antes no lo entendía, pero ahora entiendo cómo él y al mayor se sienten.

Help Me- Finnick OdairDonde viven las historias. Descúbrelo ahora