Alianza

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La chica se despertó descansada, a pesar de que había estado toda la noche despertando cada cinco minutos por pesadillas o miedo. En el Capitolio nunca tuvo el descanso que merecía, nunca descanso completamente. Y no solo por las torturas que le hacían vivir, por las noches, cuando le dejaban dormir, no lo hacía por miedo de lo que pudieran hacerle mientras sus ojos estaban cerrados.

Se vistió con la única ropa que había en aquella habitación y fue hacia el salón, donde ya estaban todos despiertos y preparados para el día que venía. Lo primero en lo que se fijó la rubia fue en una de sus mentoras, Annie Cresta, abrazada en aquel grande sofá con Finnick. Por alguna razón le dolió, y no sabía porqué. Pero simplemente lo ignoró y fue a aquella gran mesa, donde los demás se encontraban sentados.

-Bien, hoy será un día movido. Ya sabéis, entrenar y más entrenar. Buscar aliados si os sirven- decía Lenny una vez todos estaban sentados.

-No sé si buscar aliados será la mejor opción; la última vez a Selena no le fue bien- decía la pelirroja, pero la rubia no le prestó atención.

-Selena, ¿qué piensas tú?- le añadía Finnick a la conversación, pero solo le miró y volvió a bajar la mirada- sí, genial- comentó irónicamente.

-Finnick, encárgate tú de eso, ¿vale?-dijo suavemente Lenny- y vigílala ahí abajo.

-Claro.

Después de un gran desayuno, donde Selena no comió a penas nada, bajaron a aquella gran sala de entrenamientos. También tenía recuerdos de ella, pero tampoco sabía si eran reales o no.

-Lucas, tienes que confiar en mí.

-Porque mi padre confíe en ti no significa que yo tenga que hacerlo. Entiéndelo, no eres mi madre ni tampoco mi hermana. No lo eres y nunca has sido nada parecido, así que deja de hacer el papel de hermana mayor como si en realidad te importara mi vida.

Era de los pocos recuerdos que sabía que eran reales, porque le seguía doliendo como el día en que el niño lo dijo.

-¿Estás bien?-preguntó Finnick al ver a la rubia agobiada, pero solo asintió como respuesta- vale, ¿por dónde quieres...?

Pero no le dejó acabar la pregunta, ya que se fue dejando allí al rubio. Fue a aquella sección, la sección que más recordaba. La de los cuchillos. Podéis pensar que la chica no recuerda cómo usarlos, pero el Capitolio la entrenó antes de volver a los juegos. Ahora es una máquina de matar para ellos, una marioneta. Y más que nunca.

Todos los tiros fueron perfectos. Todos los tributos que habían allí presentes lo admiraron, y es que pensaban que la chica sería una presa fácil después de tantos años desaparecida. Lo que no saben es que el plan de Snow es uno, no hay plan B, y quien lo llevará a cabo será la rubia.

Solo tenía una misión. Matar a Katniss Everdeen y también a Peeta Mellark. Lo demás no importaba.

-Hola- dijeron detrás de ella, nada más girarse, pudo ver a dos tributos que conocía.

El chico del doce, Peeta Mellark. Snow hizo que se los estudiara demasiado, incluso vio sus juegos demasiadas veces, tantas que ya se los sabía de memoria. Muertos, los dos. Primer objetivo.

-No sé si te acuerdas de mi.

Y la chica en realidad no lo hacía, bueno, eso pensaba.

-Katniss Everdeen y Peeta Mellark, los ganadores del último año. Tributos del doce-le repetía Snow a la chica.

-¿Peeta Mellark?-le sonaba ese nombre, pero no sabía de qué.

-Y Katniss Everdeen. ¡Atenta, Selena! Los quiero a los dos muertos, ¿lo entiendes? Haz lo que sea, pero quiero a los dos muertos lo antes posible.

Help Me- Finnick OdairDonde viven las historias. Descúbrelo ahora