Mala pata

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Los agentes de la paz me metieron rápidamente ante ese gesto de todo el distrito. Al parecer no era un gesto bien visto para el Capitolio, era más bien amenazante para ellos. Esa es la única razón por la que lo seguiré haciendo, diría yo. ¿Joder al Capitolio? Eso es genial, dudo que me maten así sin más. La gente preguntaría y quizá algunos se enfadarían, eso no les conviene tanto sabiendo que los años avanzan y más gente está en contra. Estoy segura que llegará el día en que todos nos unamos, en que todos acabemos con esto.

Abrieron esas grandes puertas y me metí dentro. Lenny estaba enfadado, se le notaba en la mirada.

-¿Sabes lo que has hecho? Selena Hudson, no puedes hacer eso- me gritó enfadado, lo noté por esa vena en su frente que siempre que me echaba bronca se le hinchaba.

-Pues ya está hecho- dije mientras seguía caminando por aquel pasillo que nos trajo hasta aquí.

-¡Para! ¡Selena!- gritaba desde atrás mientras me seguía- ¿qué mierda te pasa?

-¿Que qué me pasa, Lenny?- dije parando el paso y girándome para mirarlo- que toda esa gente tenía la esperanza de que sus hijos volviera a casa y yo la destruí. Que crees que quiero estar aquí y solo quiero volver a la arena y ser yo la que muere en vez de todos ellos-decía elevando demasiado el tono de voz- ¿Lo entiendes ahora? ¡Yo tendría que haber muerto!- dije gritando.

-Lena...- dijo cambiando su cara y también su tono de voz- te entiendo, lo siento.

-Tu lo tienes fácil. Tu tienes la vida resuelta, tienes todo, Lenny. Yo hasta hace un año me moría de hambre y por eso mi nombre salía tantas veces en esa maldita urna que me quitó a Jenny y también a Lucas. Así que deja de fingir que lo entiendes, porque no entiendes nada- dije para después seguir caminando hasta el tren.

Entonces, cuando salí de aquel gran edificio, me encontré de nuevo con aquel niño rubio que estaba en la puerta de aquel vacío tren.

-Hola- me dijo con una gran sonrisa y dándome una cesta de pan.

-Hola- dije respondiendo de la misma manera.

-Para ti- dijo extendiendo más hacia mí aquella cesta.

-¿Por qué?

-Quería preguntarte algo, esto es a cambio.

-Puedes preguntarme lo que quieras sin darme nada, ¿tu nombre?

-Peeta, Peeta Mellark.

-Encantada, Peeta- dije extendiendo mi mano.

Solo me sonrió mientras cogía mi mano, para después soltarla igual que la cesta y sentarse en un muro que había allí al lado. Por lo que yo repetí el mismo gesto y me senté a su lado.

-Este año mi nombre sale en esa urna- dijo agachando la cabeza.

-¿Es tu primero año?

-Sí. Mis hermanos ya llevan algunos años más, pero nunca les toca. Seguro que a mí sí, mamá lo dice.

-No tiene porque tocarte, Peeta. ¿Cuántas veces sale?

-Solo una, no he pedido nada.

-No te tocará, ya lo verás.

-A ti te tocó dos veces. ¿Como haces para estar tan tranquila?- dijo mirándome de nuevo.

-Nunca estoy tranquila. Mi nombre salía muchas veces, fue normal en ambas que me tocara. Pero no estoy tranquila, por mucho que intente expresar que sí que lo estoy.

-¿Cómo demuestras tranquilidad entonces?

-Hacer bromas, ser amable, con una gran sonrisa siempre. Pero tú no pareces tener que fingirlo, no tendrás problemas con nadie- le dije y me miró con susto- no digo que te vaya a tocar, no me refería a eso. Quiero decir, me has traído pan para que respondiera a una pregunta. Pareces buen niño, con esa gran sonrisa y esa amabilidad. No vas a tener problemas con nadie nunca. No te preocupes- dije sonriéndole de forma tranquilizadora.

Help Me- Finnick OdairDonde viven las historias. Descúbrelo ahora