La semaforización

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Dos semanas después

Oficina de Engfa.

- ¡ENGFA!

Heidi entraba a la oficina de la empresaria. Traía un papel en su mano y por la cara parecía ser algo urgente.

La pelinegra levantó su dedo para silenciar a su amiga mientras terminaba de hablar por teléfono, la tailandesa se quedó cruzada de brazos frente a su escritorio en su mejor postura de irritación.

-Es usted el que no está entendiendo Señor Johnson -le aclaró la empresaria al destinatario de la llamada-. La firma Waraha-Jensen tiene más de treinta por ciento de las acciones y eso convierte a mi firma en la socia mayoritaria, por ende, déjeme recordarle que podemos tomar cualquier decisión que se nos plazca u oponernos a las que tome el resto dejándolas sin validez. Todavía no he terminado de hablar -calló la interrupción del hombre-. Si hemos decidido votar en contra de que ese hombre sea nombrado director de finanzas es porque tenemos a otra persona en mente -ya tenían todo arreglado, de hecho-. Exacto. Es lo que decimos nosotras o nos vamos a ver obligadas a rescatar nuestras acciones y usted bien sabe lo que eso significaría para-. Sí, ahora nos vamos entendiendo. Espero que mañana hablemos, en otros términos. Hasta luego -cerró la llamada y con una enorme sonrisa enfrentó a su amiga.

-Eres infalible, Eng -la felicitó Heidi-. ¿Lo lograste? -preguntó sin duda

La chica asintió.

-Vamos a manejar las finanzas de esa empresa como se nos plazca -Engfa apretó el botón de su intercomunicador-. Hwang, trae una botella de champagne con dos copas por favor -al parecer había algo que festejar.

Heidi sonrió hasta que se acordó del motivo de su visita a la oficina de Engfa. Rápidamente volvió a adoptar su postura de enfado y agitó el papel que tenía en su mano. Lo estampó en el escritorio de la empresaria.

- ¿Qué es esto? -Engfa se puso sus gafas y agarró el papel. Heidi pudo ver como su amiga fruncía el ceño mientras leía-. ¿Otra licencia? Esta es la-

-La quinta en el año, Eng -informó la tailandesa-. Mi madre tenía razón, hay que echarlo inmediatamente, estoy segura de que nuestros abogados pueden alegar irresponsabilidad o algo así. Estuve hablando con ellos y dicen que... -mientras Heidi seguía diagramando una forma de pagarle menos de indemnización al empleado, Engfa volvía en sus recuerdos; de vez en cuando se tenía que acordar de mover su cabeza para que su socia no le llamara la atención por no estar escuchándola.

Fue exactamente este empleado sobre el cual Charlotte opinó que habría que preguntarle porque pedía tantas licencias, y fue en ese preciso momento que Engfa estaba segura de que Charlotte le había empezado a caer mal a Orathai Jensen. Dios, como detestaba Engfa a esa mujer.

El primer fin de semana que se mudaron, y tal como Engfa lo sospechaba, la tuvieron de visita en el departamento y la mujer se había dedicado las dos primeras horas que la vieron a despotricar contra Charlotte. No fue hasta que Engfa la hizo callar pidiéndole respeto por alguien que había sido tan amable de darles asilo que la mujer paró un poco su veneno. Lo siguiente fue que tanto Engfa como Tina se inventaron excusas para salir del departamento rumbo a cualquier lado, lo que menos quería hacer era aguantarse a una vieja bruja criticando las elecciones de Heidi y a su amiga lamiendo el trasero de su madre con tal de obtener su aprobación.

La pelinegra no supo exactamente donde se ocultó Tina el día sábado, pero ella se la pasó todo el día en su propia oficina. El domingo tanto la bailarina como Engfa se levantaron temprano para irse al hogar con la esperanza de que las niñas le pudieran hacer olvidar a la bruja de Orathai, y bueno, tal vez Engfa tendría la suerte y se encontraba con Charlotte también. Lamentablemente, no fue así. No la vio ese domingo, ni tampoco el domingo siguiente. Engfa no sabía por qué la castaña no iba al hogar si durante el tiempo que vivieron juntas lo había hecho religiosamente todos los domingos y algún otro día más.

No soy para ti(Englot)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora