Wiwi

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En el living de la casa de los Waraha.

- ¿Qué pasó? ¿Cómo estás? ¿Dónde está Charlotte? ¿Y Cherine? ¿Cómo te fue en la playa, cariño? ¿Te divertiste? ¿Quieres comer algo? -estás fueron tan solo unas de las tantas preguntas que Engfa le entendió a su madre en cuanto Naree y ella entraron en la casa. Unas iban dirigidas a la morena y otras a la pequeña que llevaba en sus brazos. Engfa las distinguió por el tono que usó su madre para las de ella; un tono inquisidor, mientras que las preguntas hacia Naree iban con toda la dulzura posible.

Engfa giró los ojos ante la locura de Wanthida.

-Estoy bien, mamá. Tengo mucho en mi cabeza, pero estoy bien -aseguró-. Charlotte y Cherine están juntas -contestó, bajando a Naree para que la pequeña fuera a saludar a los recientes hospedados en la casa Waraha.

Al parecer, ya todos estaban más tranquilos y con la llegada de Kulap los grupos se habían dividido y las conversaciones eran variadas y con un aire más ligero.

- ¿Las dejaste solas? -preguntó Wanthida, sorprendida.

-Sí, madre -no necesitaba que Wanthida le recordara las ganas que tenía de estar espiando esa interacción-. Me cuesta -confesó-, pero Charlotte tiene que encontrarse con su hija y Cherine con su madre -afirmó con seguridad y caminó hasta donde Heidi ya estaba lista para la cita con su impecable vestido negro y su cabello Hathaido.

La tailandesa hablaba con Hansa, Kulap y Khalan en lo que parecía una animada conversación y Engfa estaba segura de que sea lo que sea que estuvieran hablando, al menos la iban a alejar de la mirada inquisidora de su madre e iba a hacer que su mente saliera al menos un poco de la playa.

-Estás preciosa, He -la felicitó Engfa.

-Lo sé, Eng -admitió su socia con poca humildad-, pero escucha esto... -señaló a Kulap- te vas a morir cuando te enteres. Empieza a hablar viejito número dos -Khalan y el padre de Charlotte giraron los ojos.

-Buenas tardes, Engfa -el hombre pasó de la orden de Heidi y priorizó la educación saludando a la que aún era novia de su hija antes que nada-. Tengo entendido que recibiste una pequeña sorpresa, ¿es así? -lo decía por Cherine. Engfa asintió con una sonrisa-. Y también tengo entendido que mi hija dejó la famosa semilla en tu vientre...

- ¡Oh por Dios! -Heidi no evitó la carcajada-. ¿La semilla? ¿En serio? -miró a Kulap-. Ya tenemos una monja que se encarga de decir esas estupideces así que tú lo tienes que decir tal cual es, viejito número dos. ¡Tu hija preñó a Engfa! ¿Escuchaste? -entre adultos la tailandesa no se controlaba-. Tú hija y su inmenso rarón le llenaron la cocina de humo a mi amiga y-

-Heidi, hija mía -la hermana Kanya aparecía en la conversación, silenciando a la joven tailandesa-. ¿Qué es lo que te ha hecho alejarte del rebaño de Dios? ¿Con qué pecado te has dejado tentar por Satán? -la mujer se persignó.

Heidi abrió los ojos grandes-. Eh, eh... hermana, no es lo que...

-Hija mía, voy a rezar por ti y cuando volvamos le voy a pedir al padre que te exorcice -concluyó la monja-. Mientras tanto sería bueno que rezaras cincuenta padres nuestro y cincuenta ave maría, hija. ¡Tenemos que sacarte de ese mal camino! -la monja dio media vuelta y dejó el grupo.

-No te preocupe, Hei -Engfa vio la cara de su amiga y le palmó la espalda-. Poco va a tardar la hermana en darse cuenta que tú del mal camino no sales ni porque te bañes en agua bendita -todos se rieron.

-Yo que tú me cuidaría de las bromitas, morena culona -le advirtió su socia-. No querrás que cuente frente a tus suegros lo que tú y cierta rarita han estado haciendo en la cocina, o en tu oficina... o bueno, también en cierto callejón cercano al...

No soy para ti(Englot)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora