Tres citas y un desplante

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Día de la cita.

Por la tarde en el departamento.

- ¿De qué te ríes? -para sorpresa de Engfa, Tina entraba por la puerta del departamento riendo a carcajada limpia-. Pensé que tenías una academia de danzas por dirigir y que tenías cosas importantes que hacer.

Ella misma había decidido trabajar solo en la mañana porque quería prepararse para su cita con Charlotte y porque de nada servía estar en su oficina mirando al techo si en lo único que podía pensar era en la castaña, en la mirada de la castaña, en los tatuajes de la castaña y en la boca de la castaña haciendo cosas en ella, y en Charlotte escondiéndose en su cuello, y en el pene duro de Charlotte sobre ella. En fin, decidió tomarse la tarde libre. Planeaba hacerse una máscara de pepinillos, relajarse en el jacuzzi, depilarse; no porque pensara acostarse con Charlotte, pero, de todas maneras, siempre es bueno estar lista. En fin, Engfa quería entrar en estado de cita total y disfrutar de la tranquilidad de un departamento sin sus amigas. En realidad, técnicamente hablando no era por Tina, ya que ella no la que la molestaba, sino más bien por Heidi, pero Engfa sabía que la bailarina era el punto de irritación de Heidi así que si no estaban las dos su tarde precita se iba a hacer más llevadera. Desgraciadamente sus planes se arruinaron cuando la bailarina entró al departamento muriendo de la risa.

Engfa esperaba una respuesta de la bailarina, pero cada vez que Tina intentaba hablar volvía a reírse sin parar. La chica terminó por tirarse en los sillones y Engfa la siguió con su mezcla lista para aplicar. Mientras esperaba a que la bailarina cesara su risa, con sus dedos se lo ponía en forma circular por todo su rostro. El último toque eran dos rodajas de pepinos sobre sus ojos.

-Oh Dios, déjame un poco -la bailarina tomó el recipiente y empezó a aplicarse lo que quedaba.

- ¿Me vas a decir qué es tan gracioso? -ya era hora de que dejara el misterio.

Tina volvió a sonreír y por un segundo Engfa tuvo miedo de que de volviera la risa imparable, pero esta vez la voz de la chica salió sin parar.

-Vengo de ver a Farid -contó como si eso resolviera el enigma.

Engfa frunció el ceño cuando la chica nombró a su novio, todavía no superaba a la Heidi totalmente borracha que se encontró en su propia oficina cuando volvió de hablar con Charlotte. Si no hubiera sido por la felicidad de la pelinegra probablemente Hwang estaría en la calle por haber dejado que Heidi acabara con las botellas de champagne. Lo que sí hizo fue llamar a Tina inmediatamente y preguntarle por qué Heidi no paraba de llorar y de balbucear que Tina ya no la amaba y que ahora iba a tener pequeños niños y toda clase de cosas que solo se le escuchan a la tailandesa cuando está pasada de alcohol. Si no hubiera sido porque la bailarina le empezó a contar que se había formado una nueva leyenda en el estudio de tatuajes llamada "los gritos de Engfa", de lo cual la pelinegra no estaba para nada avergonzada y porque Tina le contó de la broma de los chicos a Charlotte acerca del cartel que le hicieron y de cómo Charlotte los despidió a todos, lo más probable es que Engfa hubiera regañado a Tina por dejar a Heidi rodeada de botellas con la noticia de su noviazgo. Además, en cuanto la empresaria le contó de la cita con Charlotte, la bailarina empezó a hacer todo tipo de planes entusiastas para que salieran en una cita de a cuatro, a elegir vestimenta para la pelinegra y a expresar su enorme felicidad que dejó un poco enterrado el tema de Heidi.

Esa noche la tailandesa no volvió al departamento y cuando, a la mañana siguiente, Engfa quiso entrar a la oficina de la chica recibió un enorme "vete de aquí" como respuesta. Normalmente la pelinegra hubiera insistido, es más, hubiera entrado igual, pero esta vez y con un muy buen criterio se alejó rumbo a su propia oficina. Solo le escribió más tarde para hacerle saber que se iba temprano y para contarle de su cita, la respuesta que recibió de la tailandesa le preocupó bastante, a decir verdad.

No soy para ti(Englot)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora