C+E=X

420 15 0
                                    

Pocos días después.

A metros de distancia del estudio de tatuajes de Charlotte.

- ¿PUEDES APRESURARTE, MORENA CU-? -la bebé en sus brazos la detuvo-. ¿TRASERO GRANDE WARAHA? -Heidi había sido la primera en abandonar su lindo auto para ir a la tienda de tatuajes.

Sacó a su sobrina del coche de seguridad del asiento de atrás y empezó a caminar, pero se tuvo que regresar cuando fue a decirle un comentario gracioso a su socia acerca de los horrendos zapatos que estaba usando una mujer que justo cruzaba la calle frente a ella y se dio cuenta, justo en ese momento, que estaba caminado sola.

Heidi caminó con furia y con Sarai tambaleándose en sus brazos hasta el auto nuevamente para encontrarse con Engfa revisándose en el espejo por decimonovena vez en lo que iba del pequeño trayecto que habían recorrido desde la oficina hasta la tienda de tatuajes.

-Dame un segundo -pidió Engfa, sacando el maquillaje de su bolso para darse un retoque.

Heidi suspiró y apoyó su frente en la ventanilla de Engfa para luego besar la cabeza de Sarai. La pequeña chupaba ansiosa su sonajero sin importarle cuanto se demoraba su madre. Heidi pensaba quedarse en calma y tener paciencia hasta que vio cómo su socia sacaba el peine de su bolso.

-Engfa, por el amor de Dios. Por vigésima vez, te ves todo lo hermosa que alguien tan cul... de trasero grande como tú puede verse. La rarita va a estar babeando por ti aunque uses una bolsa de papas y te maquilles como una pu... como una mujer de la calle, que, por cierto, es lo que pareces ahora... -de un manotazo le sacó el rímel de las manos a su amiga.

- ¡Oye! -a Engfa no le gustó para nada-. Heidi Jensen, devuélveme eso ya mismo -nadie le quitaba nada de las manos a Engfa Waraha.

Bueno, eso era antes, porque ahora estaba segura de que si tuviera el libro de todas las respuestas de la vida en sus manos y alguna de sus tres hijas o Charlotte se lo quitaban de un manotazo, a ella no le importaría. La risa de Sarai hizo que su ceño fruncido desapareciera en menos de dos milésimas de segundos. La risa de la bebé era tan hermosa como la de ella. Tenía la piel pálida y los ojos de gato, pero su cabello y nariz eran de Charlotte.

Heidi no hizo más que reírse mientras miraba la falsa amenaza de su amiga.

-Por Dios, Eng, desde que eres madre y estás enamorada de la portadora del gran martillo, has perdido toda tu maldad -la tailandesa se reía, pero en realidad estaba muy orgullosa de su amiga. Heidi alzó a Sarai para enfrentarla-. ¿No es cierto, pequeña culoncita? ¿No es cierto que desde que tu mamá está loquita por el rarón de tu otra mamá está hecha una blandita? -la voz de la tailandesa era lo más ridículo del mundo y ni hablar de la cara de babosa que ponía Heidi cuando Sarai le soltaba un millón de balbuceos por segundo.

Engfa solo giró los ojos y volvió a recuperar de un manotazo lo que le habían quitado, aprovechando que su hija mantenía distraída a su socia.

-Mira quién habla, señorita tengo que salir corriendo de una reunión de negocios porque Tina quiere un picnic improvisado en el parque o empiecen la fiesta sin mí porque mi hija quiere que cocinemos juntas -era el turno de Engfa de reír y de Heidi de girar los ojos. Si había una competencia de dominadas claramente Engfa y Heidi eran ganadoras.

-Como sea -le restó importancia y volvió a posicionar a su sobrina sobre sus caderas-. ¿Nos podemos ir ya? Quiero ver a mis otras sobrinas -sentenció, apoyándose en el auto y dándole la espalda a Engfa.

-Dime cómo me veo y dime la verdad porque necesito que Charlotte me vea y se me tire encima, así que respira y dime que me veo deseable -nuevamente se miraba en el espejo al mismo tiempo que se acomodaba el cabello para después acomodarse el escote de su ajustado vestido

No soy para ti(Englot)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora