La presidenta

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Charlotte siguió amándola hasta que Engfa alcanzó su cuarto orgasmo de la noche. La castaña se había encargado de haberla recorrido toda y de que no quedara centímetro de su piel sin reclamar como propio. Pero, ahora, en un tiempo de descanso, la castaña estaba sorprendida por lo que Engfa le estaba diciendo.

- ¿Nunca, nunca? -preguntó, incrédula y mirando a la peliroja que descansaba en su pecho. Engfa todavía agitada y con los ojos cerrados, agitó la cabeza para mirar-. ¿Nunca más de un... nunca más de uno? -hizo la pregunta completa y volvió a tener la misma respuesta-. ¿Estás se...?

-Charlotte... -Engfa no quería escuchar más la misma pregunta-. Bésame, por favor -pidió

Se fundieron en un abrazo de piel ardiente, muslos entrelazados, bocas sedientas y con los ojos cerrados y manos sin vergüenza. Engfa deslizó su propia mano entre sus cuerpos y sorprendió a la castaña al sujetarle el miembro. Charlotte se arqueó y gimió como si la hubieran herido de muerte. Su pene creció en la mano de Engfa mientras el beso se profundizaba y los dedos de Charlotte separaban los labios de la vagina para hurgarla. No hallaban la saciedad, no existía fin.

-Quiero ponerme sobre ti -le dijo la ex morena.

Charlotte sonrió.

-Puedes hacer conmigo lo que quieras -le dijo entregada.

Con mucho esfuerzo, se levantó del sillón y buscó otro condón; agradeciendo haber estado preparada para esa noche. Volvió a Charlotte y le colocó el preservativo bajo su atenta e intensa mirada. Cuando se acomodó, volvió a sentirse nerviosa por el tamaño de la chica.

-Ayúdame -le dijo suavemente a la castaña y esta no dudó en seguir su indicación.

La ayudó a acomodarse y a deslizarse sobre su pene duro y caliente hasta que el cuerpo de Engfa lo tragó por completo, el rostro de Engfa pasó del dolor al placer en milésimas de segundos. Poco a poco, Engfa se iba meciendo sobre Charlotte e iba encontrando el vaivén correcto.

Por su parte, Charlotte no atinaba a nada, se limitaba a admirar a la mujer que estaba sobre ella. Con sus pechos resaltando, le recordaba más que nunca al dibujo que había hecho sobre la pared de la oficina. Su Engfa. Su amor. Su autoritaria y dulce mujer sin vello, peliroja y de ojos color miel. Su dama. Ella nunca había estado en los planes de Charlotte, pero solo tuvo que abrir una puerta para encontrársela. En verdad la castaña nunca había buscado enamorarse, pero Engfa le provocaba una clase de pasión que jamás había sentido, ni siquiera con sus dibujos. Sin duda su vida había cambiado y ya no la podía pensar sin Engfa en ella. El sentimiento que salía de Charlotte, el amor que sentía por la mujer que estaba moviéndose constantemente sobre ella la emocionó. La castaña se incorporó para quedar frente a ella. Engfa se acomodó y la recibió en su nueva postura.

-Mírame, por favor -le pidió la castaña a Engfa. Por unos instantes se contemplaron en silencio-. Eres lo más lindo que he visto en mi vida -le dijo, sincerándose.

-Tú eres lo mejor que me ha pasado en mi vida. Hiciste que naciera de nuevo, que volviera a recuperar a esa Engfa que perdí y tanto quería que volviera -confesó.

El placer las sorprendió con los labios unidos y ambas gimieron en la boca de la otra hasta que se desarmaron sobre el sofá. Se quedaron quietas mientras recuperaban el aliento. Para malestar de la castaña, Engfa salió de ella y bajó del sillón para después caminar hasta la pared pintada por Charlotte. La castaña se incorporó sobre sus codos para contemplar a la ex morena.

-Adoro lo que hiciste -le dijo desde su lugar-. Podría pasarme horas mirándola -la pared era una pintura en sí misma.

La pelinegra se perdió en los detalles hasta que sintió como Charlotte la abrazaba por detrás. El pene de Charlotte se coló entre sus nalgas haciendo que Engfa se mordiera sus labios, estaba cansada pero el deseo nunca cesaba.

No soy para ti(Englot)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora