Por fin

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En la cita de Tina y Heidi.

-Hei... Hei... Heidi... -Tina llevaba al menos quince minutos tratando de que Heidi se bajara del auto, pero no conseguía moverla de donde se había quedado.

En cuanto llegaron al estacionamiento del restaurant, la bailarina se bajó entusiasmada, pero cuando vio que Heidi no la seguía, fue hasta la puerta del conductor y la abrió con suavidad. Heidi estaba quieta, mirando fijamente hacia adelante y sus nudillos estaban blancos de la fuerza con la que agarraba el manubrio del coche.

-Heidi, me encanta el lugar que elegiste, es mi preferido. Ven, vamos -la animó.

Heidi agitó la cabeza de forma negativa-. No puedo, Tina, no puedo hacerlo. Lo voy a arruinar y no vas a querer ser ni siquiera mi amiga -dijo.

-Sí puedes, Heidi. Vamos -intentó tomarle la mano, pero Heidi la rechazó.

-No puedo -volvió a agitar su cabeza-. Lo siento, no puedo hacerlo. Prefiero que volvamos a casa y que estés enojada conmigo un par de días, pero que después me puedas hablar. Si hacemos esto seguramente arruinaré todo y después no me vas a querer ver más, y yo no voy a poder soportar eso, Tina. Por favor no me obligues a hacerlo, no puedo perderte -dijo todo sin mirarla.

Tina se quedó unos minutos mirando fijamente a Heidi. Luego suspiró y cerró la puerta del conductor para darle vuelta al auto y así poder volver a su asiento.

Heidi miraba a la castaña caminar resignada. Supuso que Tina se había cansado de tratar con ella y llevó una de sus manos para arrancar el motor del auto justamente cuando su acompañante ocupaba el lugar de su derecha.

- ¿Puedes apagar el motor, por favor? -pidió suavemente la castaña.

-Pero, Tina... yo... pensé que... pensé que nos íbamos a ir y...

-Apaga el motor, Heidi -ordenó esta vez de tal forma que a Heidi no le quedó de otra que hacerle caso-. Y dame las llaves -agregó.

Heidi giró lo ojos e hizo caso. Resignada, apoyó su cabeza en el volante luego de soltar un suspiro-. Tina, yo...

-Sé que tienes miedo -afirmó Tina, interrumpiendo lo que seguramente iba a ser una excusa más del miedo de la tailandesa.

-No tengo mie-

-Sí lo tienes -no dejó lugar a duda-. Y tienes que dejar de mentirme, siempre sé cuándo lo haces, te conozco demasiado y no me gusta que lo hagas, me hace sentir tonta -era cierto, nadie la conocía mejor que Tina, ni siquiera Engfa llegaba a tal punto.

-Perdona, nunca quise que te sintieras así -se disculpó sinceramente.

Tina acarició el cabelló de Heidi-. Lo sé, pero no tienes que avergonzarte de tener miedo, yo... yo también lo tengo -confesó, agachado su cabeza y escondiendo la mano de vuelta.

Heidi levantó su rostro de inmediato y la miró sorprendida-. ¿Tú tienes miedo? Pero, Tina, tú nunca tienes miedo -era sabido ya, entre el grupo de amigos, que Tina era la más valiente de todos. Nunca le temía a enfrentarse a nada ni nadie.

-Hei... -Tina suspiró y la volvió a enfrentar-. Voy a contarte algo y quiero que no te atemorices más por lo que voy a decirte. Al contrario, quiero que lo veas como si yo te estuviera contando algo que solo lo sabe una persona -Heidi iba a preguntar de quién se trataba, pero era obvio que Tina hablaba de Engfa. De todas formas, asintió y le dio paso a lo que venía.

Tina tomó aire.

-Yo siempre he estado enamorada de ti, Heidi -una declaración de amor no era usual para empezar una primera cita, pero nada en la bailarina lo era así que para ella estaba bien. Tina levantó la mano cuando vio que la boca de Heidi se iba a abrir para decir algo-. Déjame hablar, por favor -pidió-. Yo siempre he estado esperándote, desde que teníamos quince años y tú me diste nuestro primer beso aquella vez en tu habitación, ¿recuerdas? -Heidi asintió con una sonrisa triste-. Desde que hicimos por primera vez el amor, desde que nos mudamos aquí, desde que enfrentaste a Farid en el estudio de tatuajes. Siempre he estado esperando por ti -reafirmó-. Siempre esperaba este momento. El momento en que me dijeras: "Tina, ¿quieres salir conmigo?", pero nunca pasaba -Heidi agachó la cabeza avergonzada-. Siempre que te veía salir noche tras noche con distintas chicas o inclusive chicos, era como si mi espíritu saliera de mi cuerpo y se fuera porque yo me quedaba echa un fantasma prácticamente -contó-. Engfa me decía que no te esperara más, que yo valía demasiado, que solo me estabas usando, entre otras cosas, pero yo te seguía esperando -afirmó.

No soy para ti(Englot)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora