Esa misma noche cenamos una variedad de sándwiches que Johny nos trajo cerca de las nueve. Mientras comimos no hablamos, nos mantuvimos tranquilos sin tocar temas que nos alteraran. Una única luz alumbraba el lugar y más allá de la pieza se veía plenamente negro, ni siquiera se podían distinguir los autos. El silencio a veces se volvía devastador para mis sentidos, pero parecíamos necesitarlo en ese momento.
Nos fuimos a la cama temprano, Lucas pegado a mi espalda manteniéndome contra él y abrazando mi cintura. Bajo las sábanas nuestros cuerpos se mantuvieron calientes y entrelazados. Él pudo dormir al fin, después de tantas horas de guardia.
Oí su respiración serena y densa contra mi nuca durante largos minutos. Entrelacé mis dedos con los suyos, largos e inertes, apretándolos contra mi estómago, cerré los ojos con fuerza. Intenté no divagar en mi mente sobre temas turbios, pero no pude dejar de vislumbrar posibles desenlaces de la historia.
Me di cuenta de que realmente no me importaba si yo misma tenía un final, fuera cual fuera. Sólo me atemorizaba lo que podía llegar a pasarle a Lucas. A mi protector. Él me cuidaba como nadie, pero ¿quién lo protegía a él? Tenía que ser yo, debía respaldarlo con mi vida.
Con ese último pensamiento mi consciencia se desvaneció y mis ojos se cerraron.
A la mañana siguiente desperté sola en la cama revuelta, "Come as you are" de Nirvana sonaba por lo alto, haciendo retumbar los parlantes que parecían estar escondidos por todo el lugar. Me senté en el colchón frotándome los ojos para despejar la vista. Un termo de acero descansaba en la mesita de televisor con una taza blanca a su lado junto a una bolsa de cartón que contenía rosquitas de azúcar. Estiré el brazo para acercarla al borde de la cama y me serví café con leche del termo en la taza. El olor era exquisito y lo estaba necesitando como loca. Tomé un sorbo y sonreí, Lucas sabía perfectamente cómo me gustaba, ni muy azucarado ni muy amargo. Devoré una rosquita antes de terminarlo.
Levanté los ojos cuando la puerta se abrió y Lucas entró acompañado de una oleada de más música. Me sonrió.
—Buen día—se sentó junto a mí en la cama.
—Hola—susurré.
—Perdón por la música tan alta...—comenzó a disculparse pero no fue más allá.
Me estiré, poniéndome de rodillas en la cama y le tomé del cuello. Mis labios buscaron los suyos como si fueran algo que necesitara con fuerza para comenzar el día saludablemente. Me respondió sin dudar, enredando sus manos en mi pelo revuelto por el sueño. Nuestras lenguas jugaron a un lento vaivén, y nos perdimos unos momentos el uno en el otro. Cuando nos separamos, ambos agitados, él clavó sus ojos grises brillantes en los míos. Acarició mi pómulo con el pulgar, como inducido a una especie de trance.
«Te amo».
Las palabras surgieron como un tornado en mi mente, aunque ni siquiera rosaron mis labios. No sentí que era el momento apropiado, quizás nunca lo sería. Y posiblemente lo que desbordaba mi corazón no era amor, sino gratitud. Mis ojos se aguaron y mi piel se erizó, bajé la vista a mi regazo. ¡Claro que no era gratitud! Incluso lo había amado desde antes que pasara todo, desde antes de que mi vida se fuera al infierno. Lo amaba. Lo amaba de una forma desenfrenada y necesitada. Lo amaba loca y desequilibradamente. Ya no era deseo y lujuria lo que él le inspiraba a mi cuerpo, eran miles de sensaciones más. La soga que nos unía ahora era tan corta que parecíamos atados en el mismo círculo los dos, con el mismo nudo. Atados y consolidados. Sin posibilidades de escapar el uno del otro.
Sus irises se encontraban oscurecidos como agua estancada al subir mi atención y mirarlo, cautelosos y doloridos. Algo en el aire a nuestro alrededor cambió, el lugar se puso helado. ¿Qué? ¿Había visto mi amor y mi incertidumbre? ¿Me estaba acaso mirando con lástima?
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La Réplica
Romance"Todo empezó cuando lo miré directo a los ojos aquella primera vez..." Podría decir que sólo era una simple chica. Una simple chica rica. Una simple chica pobre… No conocía lo que significaba tener una madre que peinara mi cabello antes de ir a la...