Tomamos la carretera que nos llevaría hasta un nuevo destino, para mí incierto, pero era lo que menos me preocupaba. Sólo confiaba. Lucas mantuvo la vista al frente. Se cercioraba a través de ojeadas constantes al espejo retrovisor de que no nos estuvieran pisando los talones, y nos mantuvimos sin malas novedades.
Ahora que estaba al tanto de todo, vivía con un firme terror que no se iba, tenía a alguien a mi lado para salvarme pero sabía que por eso mismo su vida también corría peligro. Me pregunté si era egoísta mantenerlo conmigo. Miré la hierba y los árboles al costado de la ruta quedar atrás rápidamente, se sentía como si fuéramos nosotros los que nos encontrábamos inertes a un lado, mientras ellos desfilaban, rodeándonos y dejándonos atrás sin siquiera echarnos una mirada.
Me sentía perdida, hundida. Y si Lucas no estuviera al volante justo ahora luchando por mantenerme viva simplemente ya me habría rendido. ¿Qué tenía yo para ganar contra toda esa gente? Tenían muchísimo dinero y poder, yo era sólo un pequeño ratoncito al que querían atrapar.
¿Lucas y yo éramos suficientes para estar a salvo?
Le miré, su semblante serio y pensativo, su agarre fijo en el volante, sus ojos de humo puestos delante, completamente convencidos de que podríamos contra el mundo. Él tenía esperanza de que pronto estuviéramos seguros. Y si él la tenía, yo también debía.
—No tenés nada en común con Santiago—solté impulsivamente, tratando de alejar mis oscuros pensamientos.
Nada en los hermanos se parecía. Y Lucas no presentaba similitudes con su padre. Y se notaba a millas de distancia que entre padre e hijo no existían lazos fraternales que les unieran. Yo misma había sido testigo del odio que ambos desprendían en dirección del uno al otro.
—Mi hermana y yo nos parecemos mucho más a nuestra madre—me explicó.
Estuve completamente segura de que él se alegraba de eso en su interior.
—Ella debe ser muy dulce—dije casi en voz baja, más para mí que para él.
—Lo es—aseguró.
Me imaginaba a una hermosa niña de cabello largo y rubio, con ojos grises iguales a los de su hermano, y con una enorme y fácil sonrisa. Con lo poco que sabía de Lucas, tenía la certeza de que su vida no había sido fácil, y justamente por eso no era un chico despreocupado que sonreía seguido. Era duro, letal y a veces sus ojos desprendían tanto odio que me estremecían. Sólo parecía bajar la guardia cuando me tenía en sus brazos, y manteníamos nuestros cuerpos enredados.
Mi memoria me enseñó de nuevo la sonrisa de dulces hoyuelos de Santiago.
—Nunca encontraron al borracho que pasó el semáforo en rojo—murmuré, trasladándome en el tiempo.
Estaba dormida profundamente la noche que recibí la llamada, me desmoroné por completo, sola en la enorme casa oscura. Recuerdo que salí de entre las sábanas de mi cama mirando fijamente la pared frente a mí, con el rostro congelado y sin emociones, los engranajes de mi cerebro tratando de ordenar la información y procesarla debidamente. Llamé de inmediato a Flor.
— ¿Amiga?—atendió al segundo tono, preocupada por la hora de la llamada.
—Santiago está muerto—le dije con voz inexpresiva.
Mi espalda tensa como una tabla y toda la piel de mi cuerpo pálida como una hoja de papel. Ella se había quedado en silencio, tratando de entender.
— ¿Qué?—respondió, se escuchó como si le faltase el aire.
—Sant...—tragué—. Santiago está muerto...
Y con la última sílaba dejé ir un gemido lastimero, resquebrajado. Flor siguió hablando pero yo estaba muy ocupada escuchando los fuertes ahogos que se desprendían de mi pecho. No había lágrimas en mi rostro, sólo era un dolor seco y rígido justo en el centro de mi caja torácica que ajustaba su agarre en mis pulmones y mi corazón.
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La Réplica
Storie d'amore"Todo empezó cuando lo miré directo a los ojos aquella primera vez..." Podría decir que sólo era una simple chica. Una simple chica rica. Una simple chica pobre… No conocía lo que significaba tener una madre que peinara mi cabello antes de ir a la...