— ¿Me amarias más, sí Matará alguien por ti?¿Tomarías mis Manos?
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Gordon gustaba de el Inspector jefe Gustabo Garcia, eso lo tenia más qué claro.
La sonrisa qué se le pintaba en su cara cada qué hablaba con él, o cruzaba miradas con él, Las ganas de tener una mínima charla o un mínimo roce, Sintiendo cosas qué él nunca creyó sentir, menos con un hombre.
Y fue así desde qué apenas vio al Rubio, sentir como esa sonrisa y ese mana qué él hombre mayor desprendía hacia imposible a cualquiera no querer o amar a aquel hombre.
Y fue como un milagro cuando aquel rubio se convirtió en su pareja.
Sus inseguridades le hacían pensar qué él no era el más bello, pero pensar en Gustabo y saber qué al menos, él era el único qué por ahora recibía sus besos sinceros y sus palabras bonitas, le hacían subir su ánimo.
Y Gustabo, él amaba al castaño, llegando a sentir cosas qué jamás sintió con otro o otra mujer, algo qué superó la faceta de querer como familia, como lo hizo con Horacio, o como lo hacía con Isidoro.
Pero llegaba veces qué él no sabía controlarse, diciendo o pensando cosas malas sobre Gordon, pero él no lo hacía, no, era Pogo, quién cada vez tenía más poder sobre él.
Y hoy no era la excepción sobre los pensamientos antiamor.
Eran aproximadamente las 7 A.M, dentro de una hora tenía qué iniciar su jornada laboral.
Soltó un gruñido al escuchar el ruidoso sonido de su alarma, y con una mano estirandola, logró callar aquel horroroso sonido.
Soltó un suspiro, la luz del amanecer le daba en toda la cara.
Con el brazo qué callo la alarma, lo poso en sus ojos, cubriendo sus ojos de la luz, y con la otra sobrante, busco el cuerpo de su pareja en la cama, encontrándose con un lugar vacío.
Se sentó allí, en la cama, buscando en su habitación algún rastro del castaño, pero no lo encontró, solo una remera del mayor en su mesa de noche.
Escuchar el sonido de la sarten siendo usada le hizo saber qué probablemente su pareja esté haciendo el desayuno, porqué conociendo a Isidoro, él no cocinarla ni de broma.
— ¿Como estamos coñito de fresa?— La voz de Isidoro le hizo girar en dirección hacia la puerta, viendo al chico menor.
— ¿Ya estamos con los apodos de mierda?— Gustabo se resfrego la cara con sus manos, soltando un suspiro.
Isidoro río: — Venga coño, qué Gordon me mando a llamarte para desayunar y así irnos.— Dijo antes de desaparecer de su vista.
Desayunar los tres juntos se había vuelto muy común entre aquellos tres, ya la casa era también de Gordon por lo mucho qué se solía quedar.
