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Recuerdo el primer día qué volví a Los Santos con mi hermano, me sorprendí al ver todo lo qué había cambiado la comisaría, ¿Tantos años me fui?, ni siquiera recordaba cuántos años me fui de aquella pequeña isla junto a mi hermano y su esposo.
- ¿Será que nos reconocen? - Murmure, nerviosa, insegura, sin querer dar un paso hacia adelante, detrás del héroe de mi vida, Horacio.
- Esperemos qué no, después de todo es una sorpresa.- Él también estaba nervioso, lo sabía, se fue para dejar todo atrás, sin decir nada.
Aquel día qué desaparecimos, fue por Horacio, Él agarró las maletas, las ropas mía y la de Viktor, compro los boletos y nos fuimos.
" No quiero esta vida para nadie." Una vida de corrupción, una vida llena de muerte, una vida de mierda.
Nadie lo quería, ni yo, como hermana mayor, quiero esa vida para Horacio.
No negaré en hecho de qué me dolió dejar atrás todo, dejar atrás a mi Sol, dejar atrás a mi Papu, dejar atras a todos los qué alguna vez conocí y llegaron a ser grandes amigos, como Seguismundo, o Rogelio, o incluso el criminal de Yun, y qué no se me olvide mi Raúl.
Cada año pensaba en ellos, en lo feliz que era.
Pero en el qué más pensé fue en aquel chico de ojos cafés, en aquel "Criminal" qué llego a hacer qué mi corazón se acelere más de una vez.
¿Como se llamaba?
Ya no me acuerdo, solo recuerdo aquel beso qué me robo en un badulaque.
- ¿Qué desean? - Una mujer de cabello rojizo nos atendió, cosa qué yo tuve que atender a ella.
- Disculpe, ¿Algún superior? - Pregunte lo más amable que podía.
Vi cómo la chica estaba debatiendo mentalmente, suponía que era, así que sin más mostré mi placa de la CNP.
- Vine aquí por trabajo.- Realmente nunca me gustó decir que "soy policía", di mi vida por el trabajo, pero nunca me gustó.
- ¡Oh, lo lamento mucho! - Se disculpó la chica.
Era amable, a primera vista caia bien.
- El Comisario está disponible, ¿Quiere que lo llame? - Pregunto la mujer.
Mire disimuladamente hacia atrás, burlonamente, a Volkov, quién frunció su ceño.
- Si por favor y gracias.- Agradeci mientras me sentaba en uno de los sillones de la comisaría, sacando mi móvil.
En mi cabeza nunca imaginé volver a ver esos ojos cafés que me cautivaron apenas los vi, que me amarraron al peligro de querer despertar y volver a verlos, tan peligrosos, tan llamativos.
