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Se encontraba agarrada de sus piernas, en el techo de su casa junto, mirando las estrellas y la luna, disfrutando la dulce y Pacífica noche qué él mundo le proporcionaba y que dios le dejaba ver, dejándola viva un día más.
Sentía como el fresco viento chocaba contra ella, moviendo su cabello castaño.
Disfrutaba la noche, lo disfrutaba más qué nadie, la noche era su fiel acompañante, le daba paz escuchar la nada, escuchar el silencio de la noche.
— ¿Qué haces aquí?, te enfermaras.— Escucho una somnolienta voz desde detrás de ella.
— Disfrutar la noche.— Contestó ella con una suave sonrisa, mirando por encima de su hombro, viendo a un peli café asomarse por la ventana.
El chico soltó un suspiro, tenía sueño, bastante sueño, tenía dos bolsas negras debajo de sus ojos, estaba cansado y lo que más quería era estar con sus dos mujeres.
— ¿Gustabo esta despierto? — Pregunto la mujer del tejado, parándose cuidadosamente del techo, bajo la preocupante mirada de su marido.
— Los dos.— Otro suspiro salió de los labios de Holliday mientras cerraba sus ojitos cansados.
Baella Steward sonrió suavemente, enternecida, viendo a aquel hombre cansado, le dio penita.
— Venga, yo los dormiré, ve a descansar Holli.— Se acercó a la ventana, sintió unas manos agarrar sus muslos y vio como Holliday le ayudaba a bajar.
— ¿Segura que puedes? — Pregunto Holliday aún con su tono cansado.
— Sí cariño, vete a dormir.— Con un suave beso en los labios de Holliday, vio como su esposo caminaba cansado hacia la habitación que los tres compartían.
Con una sonrisa se dio la vuelta, viendo el bosque detrás de su casa, los árboles verdes, como las hojas chocar entre sí.
En el pacífico silencio de la noche, unos lloriqueos se escucho detrás de ella, en la habitación de su derecha.
En aquella habitación amarillenta con leves colores rojos, tres bebés lloriqueando, un niño era rubio, era el más tranquilo que su hermano, el de al lado, de cabello negro, y el de el otro lado, el único qué no lloraba.
— ¿Horacio os ha despertado, mis niños? — En un tono dulce, Baella agarro en sus brazos al qué más fuerte lloraba, Horacio.
Los únicos dos qué lloraban la miraron, parando de llorar, el bebé alzado se tranquilizo, mientras qué el otro balbuceaba.
