Qué bien duermen, los que muerden II.

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La habitación estaba envuelta en una suave penumbra, apenas iluminada por la luz de la luna que se filtraba por las cortinas entreabiertas

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La habitación estaba envuelta en una suave penumbra, apenas iluminada por la luz de la luna que se filtraba por las cortinas entreabiertas. Índigo, la pequeña bebé de cabello castaño, lloraba con desesperación en su cuna, sintiendo el vacío de la ausencia de sus padres. Sus balbuceos apenas articulaban un débil "mamá", mientras sus manitas se alzaban en busca de consuelo, anhelando el contacto que nunca llegaba.

Con pasos rápidos pero adormilados, Julia, la esposa de su padre, despertaba al escuchar los lamentos de la bebé. Con pasos aún adormilados, se acercó a la cuna y alzó con ternura a Índigo entre sus brazos, sintiendo el palpitar agitado de su pequeño corazón.

— ¿Qué pasa, mi cielo? —susurró Julia con voz suave y reconfortante, mientras acunaba a la bebé entre sus brazos.

El llanto de Índigo se fue apaciguando al sentir el calor y la seguridad de los brazos de Julia, quien la arrullaba con un amor que Índigo jamás pudo apreciar. La bebé, con sus ojos curiosos, contemplaba el rostro de Julia, reconociendo en él un refugio, una fuente de consuelo en medio de la soledad.

— Mamá —susurró Índigo con un último suspiro antes de dejarse llevar por el sueño, sintiendo el latir reconfortante del corazón de Julia, que latía en sincronía con el suyo propio.

El sueño de Índigo se convirtió en una pesadilla vívida mientras se encontraba atrapada en el cuerpo de su yo de niña. El dolor que experimentaba era palpable, como si cada lágrima de agua fuera sangre que brotaba de sus ojos cansados ojos.

— ¿Por qué, mamá? ¡Prometiste quedarte conmigo! — Su voz desgarradora se perdía en el eco de sus propios lamentos, resonando en la oscuridad que la rodeaba.

Nadie respondía. Solo el silencio y la oscuridad envolvían su dolor. El charco de rojo a su alrededor parecía crecer con cada lágrima que derramaba la niña.

— Que me falte todo, pero quiero estar contigo otra madrugada, vieja. —sollozó la pequeña, su voz quebrada por el dolor abrumador.

Un eco resonó en su mente, una voz suave como un susurro angelical.

— Sé fuerte, cielo.

La niña levantó la mirada, buscando la fuente de aquella voz. ¿Era un ángel en su pesadilla? ¿O una ilusión creada por su propio dolor?

— No puedo —respondió la niña, sintiendo que la fuerza la abandonaba.

— Hazlo por mí, por Matt, por Dani. Hazlo por tu padre —el eco de la voz insistía, implorando fortaleza en medio de la desesperación fue lo que la despertó, como si fuera una orden.

Y entonces, Índigo sintió como su alma caía en un abismo oscuro, viendo cómo su yo de niña la observaba con una mirada llena de emociones confusas. ¿Era odio lo que veía en esos ojos infantiles? ¿Decepción? Ni siquiera ella misma podía discernirlo, solo sabía que la niña estaba envuelta en un charco de sangre, sangre suya o no suya, pero todo su cuerpo y cara, estaban con sangre.

Mundo de One-Shots Spain RP/Marbella ViceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora