Capítulo 37

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Su She, una figura envuelta en el manto de la traición y la locura, había logrado forjarse un nombre en el mundo del cultivo. Sus técnicas eran admiradas, pero pocos conocían la verdad detrás de su ascenso. Jiang CaiZe y Su She habían tenido una fuerte discusión hace unos meses, resultando en la expulsión de CaiZe del escondite que compartían. Ahora, solo y paranoico, Su She se ocultaba en un templo abandonado.

El lugar era lúgubre y sombrío, con paredes cubiertas de musgo y el olor a humedad impregnando el aire. Desde las ventanas rotas, Su She observaba los alrededores, esperando el momento en que la justicia finalmente llegara por él. Caminaba de un lado a otro, incapaz de encontrar la calma. Sus manos temblaban ligeramente, evidencia de su ansiedad y miedo.

En el rincón más oscuro del templo, una gran caja reposaba, oculta a la vista de cualquiera que pudiera entrar. Dentro, yacía el cuerpo de Wen Rei, su amado, su única conexión con la cordura. Wen Rei había sido un hombre cruel, cuyos momentos de bondad solo surgían bajo los efectos del alcohol o las drogas, cuando confundía a Su She con Jiang Cheng.

— ¿Realmente hubo buenos momentos? — murmuró Su She para sí mismo, sus ojos vacíos y llenos de desesperanza. — Wen Rei... siempre eras más amable cuando no sabías quién era yo realmente.

Los días en el templo pasaban lentamente, cada minuto un tormento de paranoia y miedo. Su She escuchaba rumores de que Jiang CaiZe había hecho una gran aparición, atacando a jóvenes de la casa Lan. La noticia había movilizado a todas las sectas, que ahora estaban en caza de los responsables. Para Su She, esto significaba una oportunidad. Con el foco de atención desviado, podría escapar y volver a intentar despertar a su amado Wen Rei.

Su She decidió aprovechar el caos. Vestido con harapos y adoptando la apariencia de un mendigo, comenzó a planear su escape. En una carroza jalada por mulas, transportaba el ataúd "vacío" con una delicadeza que contrastaba con su apariencia exterior. Nadie sospecharía de un mendigo con una carroza tan humilde, o al menos eso esperaba.

Mientras intentaba pasar desapercibido, Su She se movía con cautela por los caminos menos transitados, siempre al acecho de cualquier peligro. Pero su paranoia no era infundada. Los cultivadores de las distintas sectas estaban en alerta, y cualquier movimiento sospechoso podía delatarlo

La persecución fue rápida y feroz. Su She corría, con el miedo y la desesperación dándole fuerzas que ni él sabía que tenía. Los cultivadores lo seguían de cerca, sus habilidades superiores en combate y rastreo haciendo que la distancia entre ellos se redujera rápidamente.

En su huida, Su She se adentró en un bosque denso, esperando que los árboles y la oscuridad le proporcionaran algún tipo de refugio. Sin embargo, no pasó mucho tiempo antes de que lo rodearan.

— No hay escapatoria, Su She — dijo uno de los cultivadores. — Ríndete ahora y enfrenta la justicia.

Su She, acorralado y sin opciones, miró a su alrededor. Sus ojos se llenaron de lágrimas mientras se daba cuenta de que este podría ser el final. Susurró una última oración para Wen Rei, esperando que su amado lo escuchara desde el más allá.

— Wen Rei... realmente tenías razón, soy un inutil perdedor.

Con esa última súplica, Su She fue capturado, su intento desesperado de escapar finalmente frustrado. Los cultivadores lo llevaron de regreso, donde enfrentaría el juicio por sus crímenes, tanto por traicionar a los clanes como por sus oscuros experimentos.

Su She fue llevado de regreso a Gusu Lan, el lugar donde su traición finalmente sería juzgada. Los cultivadores de diversas sectas se reunieron, sus rostros llenos de determinación y desdén. La gran sala de reuniones estaba iluminada por lámparas de aceite, proyectando sombras danzantes en las paredes.

MANO CALIDA (TERMINADO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora