Siempre soñe ser una de las mejores bailarinas o jugadoras de voleibol de la vida, me prepare toda la vida para eso, para hacer lo que más me gustaba en la vida y lo seguiría asiendo hasta que mis pies o mano dejaran de funcionar.
Nunca me falto nada gracias a mi madre, amor, lealtad, confianza, compañia, felicidad, todo gracias a ella. Era mi mejor amiga en esta y en todas las realidades posibles. Junto mi alma gemela, mi Matti, mi hermano mellizo Mathias mi vida siempre tuvo un balance, mi hermano era mi balance, si el estaba mal yo estaba mal, si el se enfermaba yo igual —literalmente—Conozco a mi hermano desde toda la vida y nunca me imagino una vida sin el, se que daríamos la vida por el otro con tal de protegernos a muerte, Mathias es mi todo y siempre lo va a ser.
Casi nunca demuestro lo que siento con palabras, siempre son acciones o detalles, nunca imaginé que con tan solo quince años viviría tantas cosas que de niña nunca me imaginé, nunca pense el odiar tanto a alguien, o amar incondicionalmente a alguien que no fuese mi hermano. Siempre soñe con tener a llegar mi príncipe azul. Era algo que cualquier niña que estaba obsesionada con Disney Channel deseara eso para vivir su cuento de hadas, y yo deseaba mi propio cuento.
Siempre voy a estar agradecida con mi madre por habernos sacado a mi hermano y a mi de tanto drama con quien alguna vez llame padre. Desgraciadamente.
Pero después llegó el. Quien me enseño a amar de otra manera, quien me mostro cuanto amor puedo llegar a sentir y darle a una persona, verdaderamente. Quizás éramos muy jóvenes para saber el verdadero significado de el amor, pero estoy segura de una cosa, nunca voy a arrepentirme de amar lo a el.
