No prives al mundo de ti.

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Cuando llegué a la puerta de casa después de huir de Tyler me di cuenta de que no quería venir aquí. Quería retroceder y volver al rio. Pero estábamos pasando los límites. Llamé a Shasa para poder ir a su casa. En ese momento me encontraba haciendo tartas en su cocina. Era mi manera de desahogarme. La cocina era parte de mi rutina diaria. Si estaba triste solía hacer sopas. Si estaba enfadada solía hacer pasteles, así si me quemaba podía maldecir al horno y se me olvidaba por que estaba enfadada. Por eso, en solamente una hora que llevaba en casa de Shasa había conseguido hacer una tarta de queso que tenía enfriando en la nevera y ahora iba a por la de zanahoria. Las pequeñas se encontraban con Marta, la abuela de Shasa, en el comedor jugando al dominó. 

-¿Dejas así la cocina del restaurante cuando cocinas?-me preguntó Shasa, la volvía loca el desorden.

-Si, luego lo recojo, pesada.- le gruñí removiendo la mezcla de la tarta en un bol. Ni si quiera la miré.

-¿Qué pasa? -dijo preocupada.

-Nada.

-No digas nada, estás cocinando como una desquiciada desde que has llegado de tu cita, ¿Qué ha pasado?- apoyó la cadera en la encimera.

-Punto numero uno, no era una cita. -la señale con el removedor haciendo que se callera parte de la mezcla - punto numero dos, no estoy desquiciada, me gusta cocinar.

-Desde que has entrado por la puerta de casa estas metida aquí cocinando nada más que calorías, o quieres engordarnos o te ocurre algo.

-Aprovecho mi día libre.-disimule. 

Se me daba fatal mentir, sobre todo a Shasa. Por eso conforme la miré viendo así su ceño fruncido supe que no me creía. 

-¿Ha pasado algo con tu padre?-preguntó preocupada.

-No, tranquila. -negué con la cabeza al mismo tiempo. 

-¿Entonces?

-Vale si, es por el chico con el que he quedado hoy. -admití.

-Por fin vas a darme más información.

Eso me hizo reír, éramos igual de cotillas las dos.

-No se por que quiero saber más de él, saber por que esta aquí, a que se dedica, que hace el tiempo que no está conmigo y sigo queriendo saber por que demonios me seguía.

-¿Te seguía?

-Si, antes de que pasara lo del alcalde, lo había visto tres veces antes.

-¿Y no te lo dice?

-No - negué, quería quitarle importancia. Me parecía inútil estar preocupándome tanto. Pero a la vez no podía evitarlo.

-¿Que ocurre Abi?- se acercó un poco más a mí.

-Le he dejado ver cosas de mi que no quiero que vea nadie más. Y no se por que.

-¿Que tiene de malo que vea cosas de ti? Eres una persona maravillosa. Luchas a diario por ti y por tu familia. Tienes muchas cosas que ofrecer. 

-Tengo demasiados problemas. -admití.

-No quieres que te hagan daño.

Asentí, dándole la razón. Por que en parte era por eso. Ya tenía a un hombre que me hacía daño, no necesitaba a otro.

-Estoy cansada de que lo hagan. -susurré- no debería haberle exigido información cuando ni yo soy capaz de decirle nada.

-Es normal Abi. Pero también es injusto que no demuestres la persona tan maravillosa que eres solo por tu padre. El mundo no tiene la culpa de que ese gilipollas no te valore. Tú no tienes la culpa de que no te valore, así que no prives al mundo de ti.

Entre sueños y pesadillasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora