Era un viernes, como otro cualquiera, aunque lo que sucedió después dio la vuelta a mi día.
Shasa y yo nos habíamos compaginado durante toda la semana con las pequeñas sin problema alguno, ni si quiera mi padre. Sorprendentemente, estaba de lo más tranquilo. Aunque también hay que decir que pocas palabras eran las que nos dirigíamos. Llegaba de madrugada, después de haber recogido a las pequeñas en casa de Shasa, papá dormía. Cuando nos íbamos por la mañana él seguía durmiendo. De las pocas veces que me dirigió la palabra fue una noche que cuando llegamos, ya estaba despierto.
-A la cama. - gruñó de espaldas a las pequeñas.
No dijimos palabra alguna. Nos fuimos a la cama y lo dejamos solo en el comedor. Algunas noches, papá se despertaba de madrugada para jugar al ordenador, las pequeñas se venían a mi cama. Acostumbraba a hacer bastante ruido jugando, hablaba con mucha gente por internet y solía hacerlo a voces. No me importaba, la cuestión era no entrar en conflicto de nuevo. Y gracias a eso me di cuenta que las niñas tenían pesadillas, al igual que yo. Las abrazaba fuerte, muy fuerte, cada vez que se despertaban para que supiesen que nunca las soltaría.
Volviendo al presente, ese día me encontraba de nuevo en el río lanzando piedras al agua. Oía a mamá desde el altavoz del teléfono que estaba encima de una mesa de madera.
-Resulta que a Pam le encanta leer, pero como ya no puede, suelo leerle yo sus libros favoritos. - la oigo al otro lado de la línea contenta. Pam era el diminutivo de Pamela, la señora que había ido a cuidar. - Le he leído tres veces Romeo y Julieta en toda esta semana.
-Que aburrido. ¿No? - comenté volviendo a tirar una piedra viendo así como rebotaba en el agua tres veces antes de hundirse.
-Sorprendentemente, no. - esa respuesta me sorprendió. Mamá nunca leía, en eso me parecía a ella. Me costó mucho el instituto, los estudios, las clases... Y le acabé cogiendo manía a leer. - Es gracioso ver como se cabrea por lo que ocurre en el libro, a pesar de que sabe perfectamente lo que va a ocurrir.
Escuché su risa, mientras yo sonreía. Me gustaba oírla reír, esos últimos años lo hacía más bien poco.
-Bueno, pues si lo único que haces es eso, es un buen trabajo.
-No es lo único Abi, pero si la mayor parte del tiempo. Aunque me gustaría mucho más estar con vosotras. -me dejó sin palabras esa declaración. Suspiré, yo también la necesitaba aquí. -¿Qué tal todo por allí?
Se refería más bien a: ¿Tu padre os ha hecho algo?
-Bien, solemos estar mucho con Shasa. - le dije para no preocuparla, su prioridad tenía que ser ese trabajo para poder irnos de aquí. - Mamá, siento haberme comportado como lo hice.
-No te preocupes Abi, en el fondo lo entiendo. - susurró ahora un poco decaída. - Si fuese por mi ya estaríais aquí. ¿Lo sabes verdad?
-Sí, mamá. - le dije mientras asentía a pesar de que no podía verme.
Tiré otra piedra al río, aunque esa la lancé mal y no botó sobre el agua, si no que se hundió inmediatamente sin verse un ápice de ella. Así me sentía yo algunas veces. Me hundía, a una fuerza que parecía que me estuviesen agarrando de los pies hacía abajo, sin que la gente pudiera apreciarlo.
-Te quiero. ¿Vale? - la oí de nuevo y sonreí.
-Y yo, mucho más. - le respondí.
Un estruendo al otro lado de las cañas llamó mi atención. Observé a una especie de tractor en el camino que daba al río. Venía del pueblo. Llegó a donde estaban las zonas de comidas, donde se hacían las hogueras. Me sorprendió ver movimiento por el río. De repente, alzó la maquina y comenzó tirar las cañas y muros que daban a los comederos. ¿Qué narices? Colgué a mamá y avancé hacia donde estaba el supuesto tractor. Resultó ser una grúa.
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Entre sueños y pesadillas
RomansaAbigail Jensen siempre se ha sentido atrapada como en una jaula. El maltrato constante de su padre hizo que dejara de brillar. Solo brilla cuando la ves cocinando o hablando del mundo, del rio de su pequeño pueblo. Eso hace que Tyler Smith llegue a...