No lo conozco.

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Al día siguiente, como cada noche, esperaba a Jerry a la salida del restaurante para volver juntos a casa dado que vivíamos a una manzana de diferencia. Él, estaba haciendo sus debidas cuentas con el encargado que llegaba después de él y yo le esperaba fuera pelada de frio. Metí las manos en mi chaqueta negra fina, siempre con la manía de no abrigarme sabiendo lo friolera que era. Estaba tiritando. Daba saltitos para intentar coger un calor que sabía perfectamente que esa noche de invierno no me llegaría. 

-¿Tienes frio?-oí una voz grave a mi espalda. Era él de nuevo. 

-¿No deberías estar durmiendo? Es la una de la madrugada - me giré para mirarle a los ojos.

Iba con su debido chándal, aunque esa vez llevaba una sudadera gris. A este chico le gustaba ir cómodo, me quedaba claro. 

-Soy de dormir poco-se encogió de hombros.

-Uno que no duerme y yo deseando tocar la cama- me sinceré sonriendo.

-¿Has terminado no? ¿te vas a casa? - me preguntó.

-Si - le dije notando mi labio temblar, tenía mucho frío. Empecé de nuevo con los pequeños saltos intentando de nuevo entrar en calor. Me alejé un poco de la puerta donde él se encontraba.

-Tampoco hace tanto frio, Lisa - dijo riendo. Otra vez esa puñetera sonrisa, no se que tenía que me hechizaba tanto, a tal punto que dejé de saltar por un segundo. 

Vi como se quitaba la sudadera gris y me la pasaba. Otra persona habría pensado: ¡Oh que romántico! ¿Yo? Que estaba loco, por que debajo solamente llevaba una camisa negra ajustada a su cuerpo grande. Tan ajustada que notaba sus músculos de los brazos. Hacían 4 grados, sin embargo él estaba como si fuese primavera.

-¿Eres humano?-alcé las cejas sorprendida. No acepté la sudadera, obviamente.

-Vamos Lisa, estas helada.- tocó mi mano comprobando así que tenía razón.

Por un segundo noté lo cálida que tenía él la piel, en ese mili segundo, haciendo así que me estremeciera. Era demasiada diferencia mi piel pálida con la suya ardiente y me impactó, o eso quise pensar. 

-De verdad que estas chalado, estamos en plena montaña a casi cero grados, dentro de nada las calles se empezarán a llenar de hielo y tu estás aquí fuera solo con una camisa.-le señalé riendo.

-No tengo frío Lisa, créeme, y por tu labio temblando y casi morados veo que tu sí, así que póntela. - no quise pensar que era una orden, pero sonó como tal.

Le hice caso, para que se callara más que nada, no por que creyera que podía darme ordenes. Conforme me puse su sudadera me llegó a las fosas nasales el olor de su colonia. Olía bien, tanto que sin disimulo alguno metí la nariz dentro e inspiré profundo. Me gustaba como olía. Vi como su sonrisa se intensificaba al verme hacerlo, a si que paré. Sobre todo por que notaba el calor en mis mejillas de la vergüenza. Tenía muy claro que me había puesto roja como un tomate, lo sabía, pero él aún así no hizo ningún comentario al respecto. Lo agradecí, por que si comentaba algo me pondría aún mas roja.

-Gracias -le agradecí aún con la nariz dentro del cuello de la sudadera.

-¿Has vivido aquí siempre?-preguntó encendiéndose un cigarro.

-Si, nací aquí.

-¿Como no estas acostumbrada a estas temperaturas?-sonrío.

-No se por que todo el mundo tiene esa manía de que por vivir en la montaña tenemos que adorar estas temperaturas, yo odio el frío y mi piel se pasa fría el ochenta por ciento del tiempo, lo odio -me quejé.

Entre sueños y pesadillasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora