Capítulo 15

486 28 3
                                    

'Pagan justos por pecadores.'

La primera vez que escuché aquellas palabras, era demasiado pequeño, demasiado inocente para saber lo que en realidad significaban.

Estaba alegremente jugando por toda la mansión, en compañía de Karen, a la que en determinado momento perdí de vista. Guiado por la voz de mi padre, me acerqué curioso a aquella sala de estar donde él se encontraba conversando con un hombre que, en aquellos tiempos, no sabía que se trataba de un importante capo de un cartel mexicano con el que mi padre se había afianzando un altamente rentable negocio de tráfico de drogas a Palermo. A mis escasos siete años de edad, me era imposible entender aquel foráneo idioma en el que conversaban. Pero eso no evitó que, por alguna razón que a mis años no logro comprender, hubiese una frase, de entre tantas que se decían, que memorizaría durante el resto de mi vida. Quizá fue por la manera tan solemne y cargada de convencimiento con la que aquel hombre la pronunció, y por cómo mi padre la repitió después, con un dejo pena, mucha pena y resignación...

"Lo sé, Marzio, pero no hay nada más que hacer. Justos pagan por pecadores..."

"Supongo que tienes razón. En nuestros asuntos es de lo más normal que justos paguen por pecadores, pero aún así no puedo evitar sentir un poco de lástima por lo que va a pasar. Es demasiado... drástico..."

0/0/0/0/0/0/0/0/0/0

Pasaron los años y mis recuerdos sobre la clase de hombre que había sido mi padre fueron acumulándose más y más. Lo que más destaca de entre todas mis memorias era cómo mi padre siempre había estado rodeado de gente que le hablaba con respeto y admiración. Reían con él, acataban todas sus órdenes sin chistar, lo seguían a dondequiera que él fuese. Incluso mi abuelo, un hombre que solía ser muy seco y amargado, solía sonreír cuando estaba con él. No me resultaba para nada extraño que muy a menudo hubiese reuniones en nuestro hogar. Pero hubo una en especial, que en vez de llevarse en el salón principal o en una de tantas salas para invitados de la residencia, se había efectuado en un pequeño recinto ubicado en el sótano, misma a la que terminé entrando por mera casualidad.

—Oh, pero miren a quién tenemos aquí —me habló uno de mis tíos, Paolo, en cuanto notó mi intromisión—. Hijo, este no es lugar para vengas, estamos platicando cosas de adultos aquí.

Mi padre, quien estaba sentado junto al resto de sus hermanos en una mesa circular, en cuanto se percató de mi presencia, me dedicó una extraña mirada que a la fecha aún no logro descifrar su significado, y dijo:

—Déjalo que asista si así quiere. No es mala idea que se vaya acostumbrando a este tipo de ambientes. Le hará bien presenciar esto.

—No hablarás en serio. Tan sólo tiene diez años.

—A mi modo de ver las cosas, no existen las edades en este negocio. Si él llegó hasta aquí por casualidad, no me parece mala idea que asista a este pequeño evento. Pero, en todo caso, dejemos que él elija qué hacer. ¿Qué dices, Maximiliano, te quedas a ver?

Yo, entonces un niño, volteé a mis alrededores. El salón estaba infestado con el aroma del tabaco, mismo que en ese entonces me parecía repugnante. Todos los hombres presentes me veían y se reían quedamente, seguramente por la expresión de nervios que puse. Volteé a ver a Karen, quería saber cómo se sentía ella, si estaba igual que yo de incómoda. Para mi sorpresa, ella no podía verse más tranquila, como si de algún modo ya estuviese acostumbrada a ese tipo de ambiente. Eso me ayudó en parte a tomar la decisión; no quería que los hombres de mi padre y mis tíos me continuasen mirando a menos. Quise, incrédulamente, mostrar entereza y demostrar valía frente a ellos. Qué idiota fui.

En mi mundo. (Un fic de Nisekoi)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora