Capítulo 16

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Se hallaba ahí parado el cuarteto de viajeros. Contemplaban con profundo escepticismo y una pizca de desilusión, la fachada, tan alfeñique y pobre, de aquel modesto complejo habitacional ubicado en la parte más profunda de la calle Mario Adorno, en el barrio de Settecannoli.

—Black Tiger, ¿estás segura que éste es el lugar? —Preguntó Paula. Ésta se veía, al igual que el resto del grupo, renuente a aceptarlo.

—No cabe duda —contestó Tsugumi, quien llevaba una hoja en sus manos y la leía una y otra vez, como si deseara que se tratase de algún error—, la dirección es la misma que viene escrita en las indicaciones.

—El edificio, por lo que se ve, está habitado casi en su totalidad —acotó Migisuke—. ¿No tendrán planeado hacerles daño a todos esos civiles con su operación, verdad? —Frunció el seño y miró con recelo a las dos chicas del grupo.

—¡Cállate! —Gritó Tsugumi, tan ofendida que una vena se le había marcado en la sien y sus dientes se habían vuelto afilados como los de un depredador—. ¡Esta operación es muy delicada, lo último que querríamos sería llamar la atención de los demás! Y es por eso que no me explico cómo es posible que vayamos a reunirnos en este sitio tan concurrido y lleno de gente.

—Quizás —agregó un Raku que por fin se había atrevido a opinar—, es una especie de 'psicología inversa.' Ya saben, nadie sospecharía que un grupo de gangsters se reuniría en un lugar como éste; todos esperarían que fuera en un edificio viejo y aparentemente abandonado como en las películas... o algo por el estilo, creo.

—Puede que tengas razón —dijo Paula—, pero... no lo sé —señaló al azar uno de los tantos pisos habitados—, ¿cómo se supone que vamos a caber todos en un departamento de ese tamaño?

—Bueno, tampoco es que vayamos a ser tantos. —Tsugumi ladeó un poco la cabeza—. Tendremos suerte si somos en total una veintena o un poco más.

—¿Qué? —Volteó a mirarle un tanto histérica— ¿Cómo se supone que iremos a hacerle frente a toda una familia del crimen con tan pocos efectivos?

—Ya te dije mil veces que nuestra misión no es una confrontación directa... Como sea, llevamos un par de horas de retraso, de seguro el resto del equipo ya deben estar esperándonos adentro. En marcha.

Según las instrucciones, el departamento se hallaba en uno de los pisos más altos de uno de los edificios traseros del complejo, por lo que tuvieron que pasar, a través de un corredor, a una especie de patio donde habían estacionados un considerable número de coches compactos y motocicletas, propiedad seguramente de los inquilinos de aquellos recintos.

El lugar tenía una pinta un tanto deprimente: la pintura de los muros estaba desgastada y sucia, como si tuviesen un buen de tiempo sin repintar, y había uno que otro grafiti cerca de los portones de lámina medio oxidada, los cuales se amontonaban en fila, como una especie de cocheras, en la planta baja de los edificios. Estos, sin embargo, se mantenían cerrados y con los coches por fuera. De algunos pequeños balcones y ventanas de los pisos altos colgaban ropas que habían sido puestas a secar. Raku, quien hasta la fecha no estaba acostumbrado a presenciar viviendas tan estrechas, miraba extrañadísimo todos esos detalles.

Entraron a uno de los edificios más altos y subieron por las escaleras hasta llegar al octavo de los nueve pisos que había en total. Tsugumi, Raku, Paula y Migisuke miraron la puerta y el número escrito sobre ella; ese era sin duda el lugar indicado. El joven del clan Shuuei tocó la puerta. No hubo respuesta. El grupo volteó a mirarse entre ellos y, luego de unos segundos, Ichijou volvió a tocar.

"¿El casero? Dígame, ¿cuántos días me quedan de alquiler?"

Todos voltearon a mirarse nuevamente, desconcertados por las palabras de aquella joven y masculina voz que tenía un rarísimo acento que no era para nada norteamericano ni japonés, ni siquiera italiano. Todos excepto Tsugumi, quien sí se esperaba aquella frase y pasó a responder:

En mi mundo. (Un fic de Nisekoi)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora