Capítulo 27

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Por más que tocaba una y otra vez la puerta, el apuesto sicario no recibía respuesta.

—Vamos, pequeña, despiértate ya. No me hagas tener que...

—¡Due!

Al escuchar aquella voz malhumorada, se giró hacia al otro extremo del pasillo. Ahí estaba su sensual ex compañera, la cual, por su respiración agitada y el brillo en su rostro, daba la impresión de que se la había pasado corriendo como loca de un lado a otro.

—Cinque, qué bueno que llegas —dijo—. ¿Podrías ayudarme con...?

—¡No hay tiempo para tus tonterías! —le interrumpió tajante, luego se acercó a paso rápido—. ¿En dónde está Tre?

—Lo más probable es que haya ido a por su equipo. ¿Pero qué te pasa? Estás muy exasperada. ¿Pasó algo? ¿Ya localizaste a los intrusos?

—Los invasores están por llegar al cuarto piso —le informó, con irritada voz—. ¡Pero eso ya no es lo único! Hace apenas unos minutos llegaron más hijos de puta a atacar la mansión. En estos momentos están tratando de entrar al edificio a punta de violencia.

—¿Qué dices?

—Lo que oíste. Son varias docenas de bastardos, y vienen muy bien armados. En estos momentos se han atrincherado frente a la entrada. Nuestros hombres apenas y pueden con ellos. Si no hacemos algo rápido, terminarán invadiendo la mansión al igual que los primeros. Y por si fuera poco, muchos de nuestros hombres están fuera de combate por culpa de esos invasores imbéciles. Por eso necesito que tú y Tre vayan y se encarguen de ellos.

—¿Y qué pasará con los intrusos?

—Dile a Bambinna que se ocupe de ellos. De momento yo me encargaré de auxiliar a los heridos y de organizar las defensas. No pierdas más tiempo, ve de una vez, que yo le avisaré a Tre.

—Sobre eso: antes de irte ¿podrías primero despertar a...?

Pero la exuberante mujer ni se esperó a que terminase de hablar. Se echó a correr en dirección a las escaleras que conducen a la quinta planta de la mansión, tan ágil y escurridiza que su silueta se volvía una con las sombras de los corredores.

—Por una vez hazme caso. —El joven se llevó la mano a la frente—. No quería hacerlo, pero supongo que no hay remedio...

Giró la perilla de la puerta. No le sorprendió en lo absoluto que ésta no tuviera puesto el seguro.

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"Bambinna... Dulce niña, he venido por ti."

Sus mejillas se tornaron rosas al momento de escuchar la forma tan dulce en la que su nombre había sido entonado por la voz de su gran amor.

Recostada sobre un lecho de pétalos de flores, y con los cálidos rayos mañaneros acariciando su delicado y grácil cuerpo, la jovencita entreabrió los ojos. Y confirmó, rebosante de alegría, que era su amado príncipe el que se acercaba lentamente a ella.

—He esperado tantos años por esto —susurró—. Oh, mi dulce príncipe, ¿por fin has venido a liberarme de mi letargo eterno? ¿Por fin me habrás de llevar contigo hasta los confines del mundo, y más allá? Ven. Ven y libérame de este maldito hechizo con tu amor, y te perteneceré por siempre, en cuerpo y alma.

—Despierta, por favor. Despierta.

—Sí... —cerró sus ojos y preparó sus labios. Su corazón le palpitaba con fuerza en el pecho.

En mi mundo. (Un fic de Nisekoi)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora