Capítulo 20

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—Muy bien, señores —exclamó Oblivion, el líder táctico de la operación de rescate, luego de haber dado un par de recias palmadas al aire. La gran mayoría de los presentes, quienes se habían reunido en su departamento desde muy temprano, dejaron de cuchichear entre ellos y se giraron hacia él—, quiero que ahora presten mucha atención a lo siguiente:

Las luces de la habitación se apagaron. Un segundo después se encendió el cañón proyector. En la pantalla reflectora que había colgada en el muro de enfrente comenzó a proyectarse la fotografía de una garrafalmente enorme y elegante residencia. Todos los reunidos miraron atentos.

—Esta, señores, es ni más ni menos que la mansión donde nuestra señorita se ha estado alojando casi desde que llegó a Palermo...

Oblivion caminó al frente. Sacó de su bolsillo y extendió una varita para exposiciones; misma que él utilizaría para ir señalando —conforme desfilaban las imágenes y se adentraba en su exposición— todos los lugares clave de la tan imponente propiedad, tales como su entrada principal, las cuatro enormes torres ubicadas en cada esquina, el extenso balcón del salón principal y el anchuroso jardín trasero.

—No se dejen engañar por su apariencia —agregó con ese tono medio bromista y ocurrente que lo caracterizaba—. Esta casucha, aunque parezca sacada del siglo XIX o de una de las muchas fantasías alucinógenas de Tim Burton, en realidad no tiene ni dos décadas de haber sido mandada a construir.

»Ubicada en las afueras de la ciudad, sobre una extensa llanura a los pies del prominente Monte Cuccio, justo a un costado del antiguo poblado de Baida (ahora zona suburbana de Palermo que se localiza al oeste del núcleo de susodicha ciudad), esta singular mansión abarca, junto a todo el terreno de la propiedad circundante, un total aproximado de tres hectáreas. "38.113889, 13.283540" son sus coordenadas por si un curioso al leer esto quiere saber dónde está ubicado. Sólo tienen que abrir Google maps, copiar y pegar.

—Oye, espera un momento —le interrumpió Paula desde su rincón—. ¿A qué viene esa estupidez sin sentido que acabas de decir?

—No lo sé, querida y dulce Paula —se llevó la mano al frentón y miró hacia el techo—. Supongo que debo de ser ese uno de esos personajes sabelotodo que los autores ponen en sus historias con el único propósito de dar a conocer toda la información que quieren que sus lectores sepan mediante sus tediosos y extensos diálogos y pensamientos —dijo, luego se aclaró la voz y volteó de nuevo hacia la pantalla—. En fin, como les iba diciendo...

—A este tipo ya se le zafaron todos los tornillos que le quedaban —masculló la albina con una tosca mueca de repulsión—. ¿No lo crees, Black Tiger? ¿Eh? ¿Black Tiger?

Su compañera no le contestaba. Parecía hallarse completamente inmersa en las explicaciones, al grado de ignorar cualquier intento de distracción del mundo exterior. Su mirada profunda, con el seño fruncido, denotaba una seriedad y determinación apabullantes, así como también un dejillo de rabia contenida. Paula, de lo mucho que se impresionó, se echó unos cuantos pasos hacia atrás hasta tropezarse con Raku. Él, muy por el contrario de Tsugumi, se veía tan cohibido, tan distraído; miraba hacia su costado como si estuviese tratando de evadir a toda costa el contacto visual con Tsugumi, y se le apreciaban toda clase de tics nerviosos tales como golpetear su pierna con los dedos. En pocas palabras, se comportaba como si en el fondo preferiría no tener que estar ahí presente, pese a lo importante que era la reunión. La albina miró con extrañez a ambos repetidas veces: primero a uno, después a la otra y luego otra vez al primero. Empezaba a sospechar que algo debió de haber pasado entre esos dos.

En mi mundo. (Un fic de Nisekoi)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora