Capítulo 18

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Sentía como si su garganta se le cerrase a tal punto que el aliento comenzaba a faltarle. Desesperado, sin pensarlo, trató de acercarse aún más al monitor, pero sus movimientos fueron tan precipitados que tropezó y se estrelló de cara contra el piso. Mas ni el dolor de tan tremendo porrazo bastó para detenerlo. Como pudo, se arrastró hasta casi embarrar sus ojos en la enorme pantalla.

La nitidez de la escena oscilaba constantemente: de repente se enfocaba a tal punto que se apreciaban a gran detalle los rostros de todos quienes se hallaban ahí cenando alrededor de la elegante mesa de cristal; pero luego, a los pocos segundos, todo se volvía demasiado difuso como para discernir bien sus facciones. Raku, por un instante, pensó en tratar de ajustar él mismo la toma de la cámara, moverle al ratón inalámbrico y teclado que yacían a un lado en el piso, buscar entre todos los comandos que se desplegaban a los costados de la imagen, aquel que solucionase el problema; pero recapacitó al saberse un completo ignorante sobre el funcionamiento del programa o lo que quiera que fuese. En cambio, permaneció quieto, aferrándose al monitor fuertemente con ambas manos, incrédulo y con una sensación de vacío en el pecho que iba en aumento.

Aquella mujer tenía que ser Chitoge, no le cabía la menor de las dudas. ¡Pero se veía tan distinta! El pelo recogido, el vestido de noche, el maquillaje y toda esa aparatosa joyería que llevaba encima la hacían lucir de mucha mayor edad. Para colmo, aquel enorme listón rojo tan característico de ella, que siempre portaba sin importar ni la ocasión ni el peinado ni las prendas, brillaba por su ausencia. Las manos de Raku, que no paraban de apretar ansiosas los extremos del monitor, habían comenzado a temblar. Una gota de sudor cayó desde su mentón al suelo. Sus ojos estaban abiertos de par en par, al igual que su boca; ni siquiera pestañeaban. Sus labios y lengua se resecaron.

Ahogó una mueca de rabia cuando al fin prestó la atención debida y se dio cuenta que quien se encontraba sentado al lado de Chitoge era ni más ni menos que Maximiliano Benedetti. "Es ese maldito..." dijo entre dientes en cuanto lo hubo reconocido. Tanto él como la rubia se hallaban en compañía de una pareja de burgueses, quienes lucían mucho mayores en edad a ellos. Raku, tan anonadado que ni siquiera era capaz de decidir qué hacer o qué pensar, siguió observando la escena, abobado, casi hipnotizado. Sus pensamientos poco a poco fueron quedando en blanco. Hasta que...

—¿Te gusta lo que ves, Romeo?

La voz de Oblivion lo hizo estremecerse. Sus cabellos se tensaron como las púas de un erizo. Volteó, casi por mero reflejo, hasta toparse con la silueta del excéntrico hacker, quien clavó en él una mirada casi imposible de descifrar. Sus labios se torcían en una mueca que llevaba impresa la frustración misma; su postura, la resignación; sus puños, el enojo.

—¿Cuándo fue que tú...? —Tartajeaba Raku con la voz desencajada, mientras se incorporaba.

Agarró a Oblivion de los hombros y se puso a zarandearlo. Éste se limitó a cerrar los ojos, suspiró, esperó dos o tres segundos y, finalmente, lo detuvo sujetándolo de las muñecas.

—¿Cómo es que...? ¿En dónde se supone que...? ¿Por qué no nos lo dijiste...?

—Una pregunta a la vez, por favor —solicitó el joven hacker aparentando cierta frialdad. Cuando lo cierto era que no podía estar más disgustado consigo mismo y las consecuencias de su terrible descuido—. ¿Desde cuándo? Pasé toda la noche anterior buscando y rastreando algunas transacciones comerciales y del registro civil hasta que los encontré. ¿Cómo? Tomé 'prestado' esta belleza de satélite que puede filmar sin problemas desde el espacio mientras no esté muy nublado. Desde que encontré la ubicación de la señorita la he estado siguiendo a través de esta preciosidad ¿En dónde están? En un restaurante de cinco estrellas. Y sobre la última pregunta: no quería que te enteraras porque ya sabía que ibas a reaccionar de esta manera tan estúpi...

En mi mundo. (Un fic de Nisekoi)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora