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Cuando Amara dejó a Benjamín en la silla del comedor, este pudo respirar un poco más tranquilo. ¿Así que todo había sido una alucinación? Aquello lo hizo sentir relativamente más tranquilo, eso tendría mucho más sentido que simplemente una mujer con una sola pata de avestruz, Así que respiró un par de veces y esperó que las muchacha llegara con una coca de agua, la dejó sobre la mesa y luego le metió los dedos en ella.

—Se van a infectar las heridas que se hizo ayer —le dijo tenía una mota de algodón en la mano y comenzó a limpiar los dedos de Benjamín. Era un poco más brusca de lo que él hubiese querido, pero lo observó detenidamente —no, no son muy profundas, en un par de días va a estar como si no le hubiera pasado nada —Benjamín se la quedó mirando, era bonita, de piel blanca y ojos oscuros.

—Te gusta esto, ¿no? curar —ella se encogió de hombros.

—Estudié enfermería varios años, pero no logré conseguir trabajo en la ciudad. Soy de acá del pueblo.

—¿Y acá en el pueblo no necesitan una enfermera? —ella ladeó la cabeza.

—De hecho, necesitan más que eso, pero la alcaldía dijo que no pagaría una enfermera más, así que tuve que buscar trabajo y bueno, las demás fincas están completas. Lucía ya trabajaba aquí pero el trabajo de mantener aseada la casa y el cuartel.

—¿Cuartel?

—Sí, donde duermen los trabajadores — Benjamín se rio, eso no era más que un cambuche de palos de guadua y camas de madera vieja, pero asintió —para Lucía era un poco pesado para ella así que Ismael me contrató para ayudarle. Verás, cuando la Epifanía tiene trabajadores, pues hay trabajo para hacer, en las demás fincas no hacen algo como esto, los cuarteles donde duermen los trabajadores son bastante feos y mal cuidados, así que Ismael le dio un poco de valor agregado a La Epifanía haciendo que los trabajadores se sintieran más cómodos, pero no sirvió mucho, la verdad, como puedes ver, se largaron. Coger café es lo único que nos queda —Benjamín asintió.

—¿Y cómo te pagan por coger café? —Benjamín había trabajado sin pensar siquiera en el pago.

—Bueno, depende de la finca, hay fincas en las que hay un sueldo fijo diario, pero en fincas grandes como la Epifanía o las fincas vecinas se paga por kilo, al final del día se pesa lo que cada uno cogió y bueno, eso es lo que se le paga. Aunque a ti te descontarían la mitad por café verde —El joven se dejó caer en el respaldo de la banca y sacudió la cabeza, se sentía agotada desde que había llegado a la Epifanía, sentía que no había tenido ni un solo segundo de descanso, como si estuviera corriendo todo el tiempo.

—¿Crees que pueda tomarme el día libre? —preguntó un poco sin aliento, aún era muy temprano en la mañana pero ya no tenía energías para nada más. Amara se rio.

—Pues no creo que te vayan a despedir —doña Doralba llegó con ungüento extraño de hierbas verdosas, luego le hizo meter los dedos a Benjamín en la mezcla y él sintió un fuerte ardor, pero después de un minuto un pacífico entumecimiento.

—Que manos tan delicadas —observó la mujer —nunca había visto que alguien se le hicieran tantos uñeros por coger café, para la próxima, llévese unos guantes —Benjamín asintió, se agachó y recostó la frente en la mesa de madera y lanzó un gran suspiro. Doña Doralba comenzaba a preparar el almuerzo, olía a sancocho con maíz y aquello le revolvió el estómago, no se había dado cuenta de que tenía tanta hambre. Correr por el cafetal debió de haberle arrancado la mitad de la energía, además el olor del sancocho les recordaba a sus abuelos, a esas mañanas soleadas de domingo cuando salían de la ciudad para el río con una olla grande, frutas, verduras y muchas ganas de pasar un rato en familia. Sus papás no eran especialmente amantes de esos viajes,

La Epifanía ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora