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Benjamín se tomó un muy largo segundo para contestar, Ismael seguía cogiendo el café de su árbol, parecía como si no le importara nada la conversación con los demás. Estaban recolectando los granos como si estuviese perdido en sus propios pensamientos, pero Benjamín notó como estiró el cuello interesado.

—Bueno, de hecho, la historia no es tan larga —comenzó a contar —tuve una novia hace muchos años, tenía como diecinueve, era linda, de cabello largo y unas piernas largas, incluso un poquito más alta que yo. Yo la quería ¿Saben? Pero más temprano que tarde me di cuenta de que no era un cariño como el que debía tenerle un hombre a su novia —Ismael agarraba lentamente cada granito de café, a pesar de que ya había terminado con ese árbol, pero se estaba haciendo el tonto para no pasar al siguiente. Seguramente quería escuchar más de cerca la historia así que Benjamín se aclaró nuevamente la garganta y miró hacia las dos chicas. Amara, la de cabello corto que le había curado las heridas y Lucía que estaba extrañamente interesada en él. Benjamín lo sabía, solo bastaba ver la forma en que lo miraba y como se acomodaba el cabello detrás de la oreja. Era mejor que no se hiciera falsas ilusiones, así que se concentró un granito rojo que tenía entre el índice y el pulgar y luego lo lanzó al coco junto con todos los demás —Ya sabía que era gay, pero no quería aceptarlo. Me alejé para no hacerle más daño.

—¡Gay! — gritó Lucía —No puede ser, no puede ser —Amara soltó una tremenda carcajada.

—Te lo dije —le recriminó a la rubia —Me debes veinte mil.

—Esperen, ¿Apostaron sobre mi sexualidad? —Benjamín pareció confundido y un poco enojado, pero Amara asintió nuevamente.

—Lucía dijo que podría conquistarte, pero yo le dije que parecías gay, ella me dijo que no eras y bueno, terminamos por apostar, espero que no te incomode, lo siento —Benjamín negó.

—Tranquilas, no pasa nada... Y Luis lo sabe, me sorprende que no se los hubiera dicho.

—Yo no soy un sapo como usted cree —bufó el joven desde donde estaba en la hilera de más arriba. Ismael esta vez sí intervino.

—Luis me contó sobre su conversación en el pueblo con Gael sólo porque creyó que era lo correcto —comentó el hombre.

—Si, claro —Reclamó Benjamín —Por culpa de eso me lastimé los nudillos —Amara soltó una carcajada y después todo regresó al silencio un rato —¿Y usted? —Le preguntó Benjamín a Ismael —¿tiene novia? —El hombre lanzó una rápida y perspicaz mirada hacia Luis.

—El patrón no tiene novia, él tiene diez novias. Ya le dije, cada vez que sale al pueblo se acuesta con dos o tres en un solo día —Ismael se rio.

—Ojalá pudiera con tanto —Benjamín miró hacia las chicas que se miraron entre ellas, parecían confundidas, pero ninguna se atrevió a decir nada. Luis parecía aún más incómodo, así que Benjamín ya no dijo nada más y siguió cogiendo en silencio.

Siguieron recolectando el café en un silencio relativamente incómodo. Benjamín no dijo nada más, pero sí le pareció extraño que Ismael no hubiera querido responder la pregunta, fue Luis el que lo hizo, además le pareció que fue un poco sobreactuado. De todas formas, se concentró en los suyo. El coco todavía estaba bastante vacío cuando los demás lo llenaron y vaciaron en una en la estopa de la esquina, así que se concentró y trato y coger la menor cantidad posible de café verde mientras sus dedos se lastimaban entre las trenzas de los árboles.

Sobre las uñas se levantaron grandes heridas que después de una ahora comenzaron a sangrar y a arder. No estaba acostumbrado a aquello, pero tenía que hacerlo, esa era su nueva vida. Después de un rato Ismael se detuvo y de debajo de un árbol de café sacó una mochila. Estaba cubierta de hojas. Benjamín recordó que Luis la llevó apenas inició la jornada.

La Epifanía ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora