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Por un segundo, Benjamín sintió un miedo punzante que le atravesó la espalda, como una corriente eléctrica que le activó todos los sentidos. Apretó los puños y se vio tentado a salir corriendo hacia la habitación de Ismael, pero una luz se encendió. el hombre frente a él tenía una linterna y Benjamín logró ver que quien estaba frente a él era Ismael. Se sintió tan tonto por haberse asustado de esa forma que se recostó en el marco de la puerta, el subidón de adrenalina lo había dejado débil y un poco mareado.

—¿Qué carajos haces ahí parado en medio de la oscuridad? —Ismael abrió la boca para contestarle, pero a lo lejos, entre los cafetales, se escuchó de nuevo aquella flauta. Benjamín caminó hasta quedar muy junto a Ismael, el calor de su cuerpo se percibía en el aire.

—Quería ver que era eso —contestó el hombre y apuntó con la linterna hacia el cafetal, el silbido parecía venir de todas partes, no de un solo lugar en específico.

—¿Crees que sea un vagabundo? ¿en el pueblo hay vagabundos o loquitos?

—No creo, el pueblo está muy lejos como para que alguien venga a pie. Tal vez sea alguien de las fincas cercanas, pero no sé, está muy raro el sonido —era aterrador, una flauta en medio de la noche era desconcertante, así que Benjamín recortó la distancia que lo separaba de Ismael hasta que su hombro tocó el brazo del hombre.

—Pues esta mañana recorriendo el lugar donde duermen los trabajadores, vi que había una sábana sucia, parecía como si alguien hubiera pasado la noche, alguien sucio. Pensé que era un perro, pero tal vez fue el flautista —Ismael no contestó, continuó iluminando el Cafetal con la linterna. Benjamín seguía el chorro de la luz por entre los verdosos árboles hasta que en uno se vio un fuerte movimiento que sacudió las hojas. Por instinto se apegó más al hombre que se inclinó hacia adelante. El haz de luz se quedó reflejando el árbol que se tambaleó hasta que se quedó completamente quieto, la música se detuvo abruptamente, como si no hubiera existido.

—Ay Dios —murmuró Benjamín —¿será que nunca voy a lograr tener una noche tranquila en La Epifanía? —Ismael nuevamente no contestó, se quedó pensando por un minuto y cuando apagó la luz todo se fundió en este nieblas. Estaba tan oscuro que de no ser porque Benjamín sentía la cálida piel del brazo del hombre en su hombro juraría que estaba solo.

—Bien ya se fue a dormir —comentó él y se apartó. Benjamín se quedó a oscuras, estiró la mano y logró agarrar al hombre por la muñeca.

—Espera yo... —-Benjamín se mordió la lengua.

—¿Qué? —lo presionó el mayor para que hablara, así que él le apretó con fuerza la muñeca.

—Es que no quiero dormir solo esta noche —Ismael se soltó con un poquito de brusquedad del agarre de Benjamín y chasqueó la lengua.

—Bueno, Luis está durmiendo en el primer piso, dígale que lo acompañe —dicho esto caminó hacia su habitación y Benjamín se quedó ahí de pie hasta que la puerta se cerró. Cuando Benjamín miró hacia atrás, las pequeñísimas luces de las estrellas dejaban entrever levemente el cafetal y le pareció, ya sea porque así fuera o porque su imaginación se lo enseñara, como los árboles comenzaban a moverse, como si la criatura o la persona que merodeara en el cafetal avanzara hacia la casa, así que salió corriendo hacia su habitación tropezando en el camino con la silla que había en el corredor y cerró la puerta con fuerza, luego se acurrucó en la esquina de la cama con las sábanas hasta el mentón y el celular fuertemente apretado en la mano. Tuvo la necesidad de encender la luz, pero le pareció un poco más aterrador. Desde afuera, alguien podría observarlo a través de las rendijas que dejaban las tablas de la puerta y verlo adentro, así que era mejor permanecer con la luz apagada.

La Epifanía ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora