Capítulo 05: Ave.

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Sábado, 25 de Febrero de 2012.


El señor Baldomero era un hombre peculiar. Su pasión por las aves no tenía límites. A las afueras de la ciudad, en su hacienda: tenía un santuario emplumado. Donde habitaban desde canarios, águilas, búhos, guacamayos parlantes, y hasta cacatuas traviesas. Sin embargo, una insaciable sed de grandeza lo atormentaba: anhelaba el ave más grande del mundo.

Ese día, tropezó con la tienda de Madame Fame. Aquel extraño lugar con aires de misterio, que le sonrió con esa puerta dorada. Pero lo que realmente atrajo al hombre cuando pasó caminando por ahí, fue el canto celestial de un ave exótica. Era el canto más hermoso que hubiera oído, y parecía que solo él podía escucharlo, pues fue el único que se detuvo en medio de la acera. Ese sonido provenía de la tienda de Madame Fame.

Baldomero enseguida irrumpió en el negocio, convencido de que ahí encontraría lo que buscaba. Al cruzar la puerta, se sintió desorientado por el laberinto de cortinas rojas que se extendía ante él. No podía ver nada más que telas, y no sabía como avanzar. Hasta que siguió el canto celestial del pájaro, y se encontró con la dueña, que lo esperaba detrás de un mostrador con una sonrisa seductora y mirada oscura.

—Bienvenido a mi tienda, querido. —le saludó la mujer, sentada. Se encontraba fumando un cigarrillo, pero no se veía para nada corriente o vulgar. Seguía luciendo como una estrella de cine antigua. El pajarero, se quedó absorto ante su belleza, y luego se acomodó sus grandes lentes, y carraspeó:

—Disculpe, el canto de una curiosa ave llamó mi atención. —fue su respuesta, y con la mirada buscó al ser. Dandose cuenta de que no habían más que cuadros de pintores alrededor. No parecía haber ningún ser vivo en esa zona donde siguió el canto.

Solo estaba Madame Fame.

—Oh, debió haber escuchado a mi dulce Cantharot. —Fame sopló humo de sus labios, sonriendo—. A él le gusta ponerse a cantar a estas horas. Su voz, es celestial, ¿no cree?

—Sí, yo la escuché. —Baldomero tenía los ojos iluminados, y con su mirada siguió buscando a la criatura—. ¿Pero dónde esta... Cantharot?

—No lo busque, señor, no podrá verlo. —contestó la mujer, levantandose de su asiento—. Él no está a simple vista como mis demás animales. Mi tienda no es como las demás. —ronroneó, y le echó el humo en la cara a ese hombre, diciendo—: Vendo animales especiales.

—Perdón, no suelo venir mucho al centro. —dijo Baldomero, tosiendo por el humo—. Soy de una hacienda a las afueras de la ciudad. Pero vine interesado por encontrar un pájaro más para mi santuario. Y cuando escuché a su Cantharot, no dudé en entrar.

—Claro, entiendo.

—Pero yo quiero a un pájaro grande. —explicó el hombre—. Quiero tener al pajaro más grande para mí. Las aves grandes son mi fuerte, y en mi santuario hace falta una. Solo falta que me diga que ese Cantharot es grande. -se echó a reir.

—¿En serio? —la mujer se apoyó del mostrador con sus codos, seductoramente—. Lo es, señor. Mi pájaro es grande.

—¿Qué...? —el hombre se quedó embobado, mirando lo atractiva e interesante que sonó la mujer. Pero su cara estaba enrojecida al pensar en la magestuosidad de aquel pájaro que no conocía—. ¿De verdad? ¿Cuánto mide Cantharot?

—No lo sé. —Fame le dio otra chupada a su cigarrillo—. Probablemente más de dos metros. Él es tan grande que tiene que encorbarse para entrar en su propia jaula. Pobre Cantharot. No puedo tenerlo aquí.

La tienda de animales extraños de Madame FameDonde viven las historias. Descúbrelo ahora