Capítulo 03: El basilisco.

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Viernes, 24 de Febrero de 2012.


Ricardo Blanchard era un hombre millonario y egoísta. Tenía cuarenta años, y lo tenía todo. Tenía una mansión, un yate, guardaespaldas, criados, y hasta un avión privado. Tenía una empresa, una fortuna, una reputación. Tenía una esposa, una amante, una colección de coches. Todo lo que él quisiera, Ricardo lo tenía.

Pero Ricardo no estaba satisfecho. Quería más. Quería tenerlo todo. Quería eliminar a sus malditos rivales, quienes eran la competencia de su empresa. Desde que ellos aparecieran, el desempeño de la empresa había ido lentamente en picada. Ricardo sabía que tenía que deshacerse de esas personas. Y lo había planeado para esa misma noche, en una fiesta privada de gala, que haría en su lujosa mansión.

Por eso, cuando se enteró de que había una tienda extraña en el centro, que vendía cualquier tipo de animal. Pensó en comprar a algún reptil para conseguir su veneno. Así, envenenaria a todos con las copas de vino, y ya no tendría más competencia. Incluso, sabía cómo se desharía de los cuerpos y pasaría de la policía. Todo lo haría con el poder del dinero.

Y Ricardo, era un hombre muy poderoso.

El millonario se dirigió a la tienda esa mañana. Fue escoltado como de costumbre, pero esta vez, por solo un hombre que se quedó esperandolo afuera en la limusina. Mientras que Ricardo entró, con su barbilla en alto, superiormente.

Cuando entró a la tienda, con lo primero que se encontró fue con aquel laberinto de cortinas rojas, y con una iluminasión que era tan pobre, que el hombre tuvo que forzar un poco la vista para ver más lejos. Sin embargo, las cortinas no dejaban ver nada. Toda la tienda era un misterio, y solo se oía el sonido suave de una música, que parecía provenir de todas las direcciones. Extraño.

De repente, una voz seductora le habló detrás de unas cortinas. Y salió de ella una mujer hermosa y misteriosa, con el pelo blanco como la cal, piel pálida, ojos oscuros, labios rojos, y vestido rojo. Todo en ella era rojo, como la sangre. Ricardo se sintió atraído por su presencia, pero al mismo tiempo se sintió tan extraño. Nunca antes había sentido que alguien estuviera a su nivel. Ni mucho menos que fuera una mujer.

—Bienvenido a mi tienda, señor. Soy Madame Fame, y estoy aquí para satisfacer sus deseos. ¿Qué tipo de mascota busca? —la mujer se pavoneó alrededor del hombre.

—¿De verdad venden mascotas aquí? —Ricardo cuestionó, e hizo un gesto a su alrededor—. Este lugar parece estar en ruinas. —soltó, y fue evidente el desagrado en su voz.

—Claro que hay animales aquí. —Madame Fame dejó de pavonearse, y se quedó de pie mirando a ese hombre, con una mirada oscura—. Pero mi tienda de mascotas no es como cualquier tienda. Yo vendo animales especiales. Por eso no estarán en exhibición para que un cualquiera como usted las vea sin ningún costo.

—¿Un cualquiera como yo? —Ricardo se indignó, y escupió—: Si yo quiero puedo comprar todo este edificio, y usted se quedaría sin nada. La echaría a la calle.

—Este edificio es mío. —la mujer ladeó la cabeza, con una mirada retadora—. Y no se lo venderé. No creo que tenga tanto dinero como para poder comprarmelo.

—Y usted no sabe con quién está hablando. —el hombre se golpeó el pecho con la mano—. Soy Ricardo Blanchard. El mejor empresario que conocerás en tu vida. Tengo muchas fábricas, y a gente trabajando para mí. Sí quiero hasta contrato a alguien para que me limpie las nalgas. Asi que usted, no va a venir a darsela de listilla. Si quiero su edificio, me lo quedaré.

Madame Fame se quedó en su lugar, inmovil, estaba tan quieta que parecía una gárgola. Pero una espeluznante gárgola con esa mirada oscura que cargaba, más no estaba enojada. Ella estaba fascinada de como alguien como él podía hablarle a ella de esa forma. Pensó que esta vez, sería un cliente interesante.

La tienda de animales extraños de Madame FameDonde viven las historias. Descúbrelo ahora