Capítulo 13: Lagarto.

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Miércoles, 29 de Febrero de 2012.


El áspero viento de esa tarde azotaba la ciudad Luminica, y entre esas personas ajetreadas que se encontraban caminando por el centro. Se encontraba Evangeline, andando torpemente sobre la acera yendo directo a la tienda maldita. Marchó lo más segura que pudo por la acera, pero su andar era pobre y tembloroso como una yegua recién nacida. Desde siempre, Evangeline, había sido una mujer señalada por burlas debido a la falta de voz. Nació muda, y eso fue algo que la marcó para siempre, y la hizo crecer siendo una mujer insegura de sí.

Evangeline tenía cuarenta años, y era una mujer que todavía conservaba su belleza, pero al haber nacido muda, no era más que un repelente para los hombres con los que estaba. No era virgen. Había tenido algunos novios durante toda su vida, pero todos siempre se iban con la mujer que tuviera la voz que, a ella le faltó.

Podía estar con hombres, claro, podía hacerlo por su belleza. Pero al final del día, los hombres la consideraban extraña por su mudez, incomprendida, y al final, la abandonaban.

Su único consuelo eran los reptiles. En el zoológico donde trabajaba, Evangeline se sentía comprendida y a salvo. Los reptiles del lugar, al igual que ella, no tenían voz. Pero ellos de alguna forma siempre lograron comprenderla, y eso la reconfortaba.

Evangeline amaba a los reptiles porque se veía reflejada en ellos, y los veía como criaturas imcomprendidas. La gente los admiraba por sus pieles exóticas, pero realmente nadie quería estar cerca de ellos.

Justo como le pasaba a Evangeline.

Un día, la mujer escuchó un rumor sobre la tienda de Madame Fame. Se decía que allí se podían encontrar criaturas exóticas, animales únicos que no existían en ningún otro lugar.

Y entonces, la esperanza se encendió en el corazón de Evangeline. Porque tal vez, en esa tienda, podría encontrar a algún animal que la amara incondicionalmente. Ella amaba a los reptiles del zoológico, y ellos la comprendían como a nadie..., pero ellos eran tan fríos con ella.

Y Evangeline, solo quería sentirse amada.

Por eso, con la determinación grabada en su rostro, Evangeline se dirigió al pequeño edificio ubicado en la esquina. Esa esquina que pasaba desapercibida, y donde la luz del sol no pegaba. La fachada del edifico era austera, como sin vida. Y Evangeline no dudó en descender los escalones que la llevaron hacia una puerta escondida. Sobre la puerta había un letrero dorado que decía escrito perfectamente: "La tienda de animales de Madame Fame. Encuentra a tu mascota exótica ideal".

Al entrar, Evangeline se encontró con un laberinto de cortinas rojas que ocultaba el interior de la tienda. Todo era un misterio incluso dentro. Pero la mujer miró todo con curiosidad, oliendo el mismo aroma que los demás clientes. Ese aroma a incienso, y que creaba una atmósfera mística y cargada de misterio.

De repente, cuando Evangeline dio un solo paso. Escuchó una voz profunda y melodiosa, que resonó en la penumbra del largo pasillo, frente a ella.

—¿Qué la trae a mi tienda, señorita?

Evangeline se quedó perdida cuando la figura de la dependienta apareció, emergiendo de entre la penumbra. Le pareció la mujer más hermosa que hubiera visto, y la miró acercarse con ese vestido negro que tenía, y un velo que le cubría el rostro.

—¿Puedo hacer algo por usted? Puede hablarme con confianza. —Madame Fame volvió a hablar, con ese tono que solía envolver a las personas. Pero cuando la rubia se acercó a Evangeline, se dio cuenta de que esta, era muda.

La tienda de animales extraños de Madame FameDonde viven las historias. Descúbrelo ahora