Capítulo 14: Katerina Romanova.

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Sábado, 25 de Febrero de 2012.

Pasado.


Evita, una niña de ojos grandes y mirada triste, observaba con fascinación como el simple dibujo que esa hada hizo en la pared, se transformó en una puerta mágica hacia otro mundo. La niña se acercó con la ayuda de su silla de ruedas, y se bajó con dificultad, para tumbarse en el suelo, y arrastrarse directo hacia lo que ahora, era un túnel negro.

El hada, con alas iridiscentes y una apariencia amigable. La invitaba a entrar moviendo sus pequeñas manos, rápidamente. Y la pequeña, debilitada por la leucemia, se arrastró lo más cerca que pudo, hasta que quedó cara a cara frente al vacío de lo inexplicable.

Se quedó mirando a la oscuridad con ojos curiosos. Y cuando estuvo a punto de entrar. La puerta de su dormitorio se abrió de golpe, y su padre miró con horror la escena: su hija frente a lo desconocido, y sobre su cabeza, revoloteaba una espantosa hada que parecía un insecto.

Un grito desgarrador del padre resonó en toda la habitación. Y unas manos largas como garras agarraron la cabeza de la niña, para arrastrarla violentamente hacia el túnel. El hada, con una mirada monstruosa, cruzó el umbral y la puerta se cerró, en un chasquido. Dejando una escena de horror frente aquel pobre hombre quien comenzó a golpear y a gritarle a la pared.

Pero nada más había quedado una puerta dibujada con crayon.

Cuando las manos agarraron a la pequeña Evita, esta no vio más que una profunda oscuridad. Soltó un grito que resonó únicamente en sus pensamientos, y sin darse cuenta salió en un pestañeo de aquel tunel para encontrarse en los brazos de alguna criatura.

Evita mantuvo los parpados cerrados durante todo el momento. Pero cuando los abrió, esperó encontrarse con el rostro más aterrador de su vida. Pero se encontró con los centellantes ojos de esa mujer, que se le hacía parecida a la bruja blanca de Narnia.

Era esa mujer que había visto en la mañana cuando visitó la tienda de mascotas.

Era Madame Fame.

Y en la penumbra del pasillo, Fame observaba a la pequeña con una mirada maternal. La niña, entre sus brazos, solo le devolvía una mirada de miedo, pero a la vez de intriga. La vampireza, dejó lentamente a la niña en el suelo, acuclillandose a su nivel. Y entonces, le habló con esa voz suave y engañosa:

—Chsss, tú no necesitas temerme, cielo. —le arrulló, y le acarició dulcemente la mejilla. La pequeña se quedó en silencio, siguiendo con sus idefensos ojitos a la enorme mujer frente suyo, vestida de rojo.

El hada, por su lado, revoloteó con ese aspecto inquietante que cargaba. Deseando todavía cometer la maldición de dañar a su dueño. Pero, Fame le lanzó una mirada glacial, y sin más, con una voz demandamente le ordenó a la criatura:

—No realizarás tu maldición. —dijo—. El contrato culminó. Desaparece de mi vista.

La niña levantó la cabeza, y miró como el hada, que ahora mantenía una forma aborrecible. Se infló repentinamente, hasta que explotó haciendo un chasquido. No quedó nada más que humo en el aire, y Madame Fame miró la curiosidad en los ojos de Evita.

—Ya no te molestará más. —le aclaró—. Las hadas..., pueden ser muy molestas con sus dueños.

—Ella... me dijo que... —de pronto Evita comenzó a susurrar, cabizbaja—, podía llevarme al mundo de las hadas.

—Oh, querida, ¿estás decepcionada? —Fame ladeó la cabeza, melancólica.

—Estoy confundida... —murmuró la pequeña. Y la mujer de rojo la agarró suavemente de su cara con sus largas manos, y la miró con una espeluznante maternidad, diciéndole:

La tienda de animales extraños de Madame FameDonde viven las historias. Descúbrelo ahora