Capítulo 16: Los intrusos.

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Viernes, 02 de Marzo de 2012.

Presente.


Aron, un joven de veinte años con una vida turbulenta, se encontraba en una peligrosa encrucijada. Porque, si alguien lo veía a él, o a sus amigos, entrando a esa tienda. La policía vendría, y ellos podrían acabar en prisión. Ese era el mayor miedo de Aron. Sin embargo, se preparó, hasta que llegó su momento de invadir a esa tienda del centro.

Hacía una semana atrás, un hombre llamado Ricardo Blanchard; el mayor empresario del país, lo había vuelto a contactar para que hiciera un trabajo sucio por él.

Y ahora, Aron tenía que destruir la tienda de una mujer llamada Madame Fame.

Aron, cegado por la necesidad de dinero y la promesa de una recompesa exorbitante, aceptó la misión. Encendió su furgoneta, y cuando dieron las dos de la mañana, pisó el acelerador hacia el centro. Las calles estaban desoladas, y su novia, que iba de copolito como secuaz, le subió volumen a la música que iba sonando. Mr. Vain, iba resonando a la vez que los tres muchachos se llenaban de adrenalina.

—Por fin haremos un trabajo de verdad. —habló el asiático que iba sentado atrás, fumando un poco de marihuana. Su nombre era Ronie, y había sido el mejor amigo de Aron desde la primaria.

Mientras, que la chica negra que iba enfrente, cuyo nombre era Mia. Se unió a los muchachos al hacerse novia de Aron, en la preparatoria. Y cualquiera pensaría que Mia trataría de cambiar a Aron para sacarlo de esa mala vida que llevaba. Pero Mia era exactamente como Aron, o peor, y ella era quien solía organizar los planes antes de que ellos entrasen en la casa de alguien para robarle todo.

Y el que se encargaba de averiguar la vida de las personas, para saber cuando estarían fuera de la ciudad, y que tanto tiempo la casa duraba sola para que ellos pudieran entrar. Era Ronie. Mientras que Aron, era el conductor del grupo.

—¿En serio la tipa cierra a las ocho su tienda? —Aron habló refiriendose a Fame, mirando al asiático por el retrovisor—. Bro, imagínate que entremos y esa mujer esté ahí. Puede llamar a la puta policía, y estaremos realmente jodidos.

—No, si la matamos. —Mia soltó con diversión, abriendo la ventana y sacando su cabeza.

—Tu novia está loca, bro. —se rió Ronie, y Aron le respondió a la chica de piel oscura:

—No mataremos a nadie. —dijo—. Somos ladrones, más no homicidas.

—No hay mucha diferencia. —Mia se volvió hacia él con una mirada atrevida y oscura—. ¿Matarías a esa perra si nos encuentra en su tienda?

—No sería capaz de matar a nadie. —Aron contestó con la mirada pegada en el camino—. No estoy loco, Mia.

—Qué aburridos son. —reprochó la muchacha, y se estiró en su asiento—. Yo mataría a esa perra. No sé ustedes, pero yo no quiero ir a prisión.

—Yo tampoco, ahí te violan. —Ronie soltó con horror, y el chofer se rió mientras conducía en dirección a la tienda.

—Nadie matará a nadie. —dijo Aron—. Si Ronie hizo bien su trabajo, eso significa que la tipa está en su casa en este momento. Tenemos la tienda para nosotros. Hacemos nuestro trabajo, robamos lo que podamos, y nos vamos sin más.

—Pan comido. —Ronie se adelantó.

—Pensé que esta noche sería más interesante. —bufó Mia, y se quedó mirando por la ventanilla, recostada como un vagabundo—. Quería como más acción.

La tienda de animales extraños de Madame FameDonde viven las historias. Descúbrelo ahora