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ENTRE EL DOLOR Y EL AMOR: JUNTOS EN LA OSCURIDAD

(ELOWEN)

Mis pensamientos se nublaban con el dolor y la angustia mientras observaba cómo Lysander era sometido a golpes frente a mis ojos. Sentía una punzada de culpa recorrerme por entregarlo a este tormento, por exponerlo a este sufrimiento injusto.

Cada golpe que recibía, cada mueca de dolor en su rostro, era como un puñal clavándose en mi corazón. Me sentía impotente, como si mi incapacidad para protegerlo fuera una traición a nuestro amor. Mis lágrimas se mezclaban con la impotencia mientras él era maltratado frente a mí.

Prometí en ese momento, con cada golpe que le propinaban, que haría todo lo que estuviera a mi alcance para sacarlo de ahí, para protegerlo y cuidarlo como se merecía. Juré que no descansaría hasta que estuviera a salvo de este infierno, dispuesta a enfrentar cualquier sacrificio con tal de rescatarlo y devolverle la paz que le habían arrebatado.

El silencio en la celda era ensordecedor, pero podía sentir la presencia de Lysander al otro lado de la pared. No tenía fuerzas para mirarlo a los ojos, el peso de la culpa y el dolor me oprimían el pecho.

Cada vez que cerraba los ojos, podía escuchar sus gemidos de dolor resonando en mi mente, como un eco constante de mi propia agonía. Sentía que mi corazón se desgarraba con cada golpe que recibía, y la impotencia me consumía hasta el punto de sentirme asfixiada por el remordimiento.

Quería decirle que lo lamentaba, que nunca quise exponerlo a ese sufrimiento, pero las palabras se atascaban en mi garganta, ahogadas por el peso de mi culpa. No había nada que pudiera decir para aliviar su dolor, solo podía rezar en silencio por su seguridad y esperar que algún día pudiera perdonarme por haberlo llevado a este infierno.

Los guardias irrumpieron en la celda y se llevaron a Lysander, su rostro marcado por el sufrimiento me partió el alma. Grité su nombre con desesperación, rogando a los dioses que lo protegieran de aquellos que lo lastimaban injustamente.

Mis lágrimas no cesaban mientras escuchaba sus gritos de dolor resonar por los pasillos, impotente ante la brutalidad de sus captores. Cada golpe que recibía resonaba como un eco en mi propio cuerpo, sintiendo su agonía como si fuera mía.

-¡Por favor, deténganse! -clamé, mi voz ahogada por las lágrimas y la desesperación. Sabía que mis súplicas caían en oídos sordos, pero no podía quedarme de brazos cruzados mientras lastimaban al hombre que amaba con todo mi ser.

Mis manos temblaban mientras aferraba los barrotes de la celda, impotente ante el sufrimiento de Lysander. El dolor en mi pecho se intensificaba con cada grito suyo, una punzada de culpa atravesándome al saber que mi situación era la causa de su tormento.

Una hora después, los guardias arrojaron a Lysander a mi celda con un estruendo sordo. Corrí hacia él y lo encontré tirado en el suelo, su cuerpo magullado y ensangrentado. Mis lágrimas brotaron sin control al verlo en ese estado, mi corazón desgarrado por el dolor y la culpa.

Me arrodillé a su lado, acariciando su rostro con manos temblorosas. Las palabras apenas podían escapar de mi garganta entre sollozos entrecortados.

-Lo siento, mi amor -murmuré, sintiendo cómo la culpa me asfixiaba-. Todo esto es culpa mía.

Mis lágrimas empaparon su pecho mientras lo abrazaba con fuerza, anhelando con desesperación que el simple acto de sostenerlo pudiera aliviar su sufrimiento. Pero la realidad de su dolor me pesaba como una losa, recordándome una vez más las consecuencias devastadoras de nuestras circunstancias.

Pasé la noche cuidando de Lysander con todo mi ser, aferrándome a la esperanza de que pudiera sentir mi presencia y encontrar consuelo en mis brazos. Lo abracé con ternura, sintiendo cada respiración entrecortada y cada latido débil de su corazón.

Pegué su cuerpo al mío, envolviéndolo en un abrazo protector mientras murmuraba palabras de amor y aliento en su oído. Anhelaba con todo mi ser que ese gesto pudiera llegar hasta su alma y traerlo de vuelta a mí.

Permanecí allí, aferrándome a la esperanza en la oscuridad de la noche, sin apartarme ni un instante de su lado, con la determinación de que, de alguna manera, mi amor pudiera ser su luz en medio de tanta oscuridad.

Al despertar, me encontré en una posición diferente, con mi cabeza descansando sobre el pecho de Lysander. Sentí su mano acariciando mi cabello y abrí los ojos lentamente. Cuando vi sus ojos azules mirándome con preocupación, un torrente de emociones me invadió.

Me incorporé rápidamente y lo abracé con fuerza, dejando que las lágrimas brotaran libremente de mis ojos. Había temido lo peor, había imaginado mil escenarios terribles, pero tenerlo a él allí, vivo y a salvo, era un milagro en medio de la oscuridad.

- Lysander... -susurré entre sollozos, sin encontrar las palabras adecuadas para expresar el alivio que sentía al verlo. Nos aferramos el uno al otro, como si nunca quisiéramos soltarnos, encontrando consuelo en el abrazo mutuo.

La oscuridad de la celda parecía menos opresiva en ese momento, iluminada por el amor que compartíamos. A pesar del dolor y la incertidumbre que nos rodeaban, sabíamos que juntos éramos más fuertes y que encontraríamos la manera de superar esta prueba.

-discúlpame no quería hacerlo ellos me habían obligado y tuve que salvar a Dash ella casi la matan- intenté explicarme rápidamente pero el puso su dedo en mis labios para callarme.

- Ahora no me importa eso- me dijo- solo quiero tenerte en este momento entre mis brazos- Agradecí en silencio su comprensión mientras me dejaba llevar por el calor reconfortante de su abrazo. En ese instante, no importaba el pasado ni las circunstancias que nos habían llevado hasta allí; solo estábamos juntos, enfrentando el presente con todo el amor y la fortaleza que podíamos reunir.

Con cada latido de su corazón bajo mi cabeza, sentía que el mundo exterior desvanecía lentamente, dejándonos a solas en nuestra pequeña burbuja de seguridad. Era como si el tiempo se detuviera y solo existiéramos nosotros dos, compartiendo un momento de paz en medio de la tormenta que nos rodeaba.

- Te amo, Elowen -susurró Lysander, rompiendo el silencio con sus palabras cargadas de sinceridad y amor.

Una sonrisa temblorosa se formó en mis labios al escuchar sus palabras, y apreté mi abrazo a su alrededor, prometiéndome a mí misma que haría todo lo posible para proteger este amor que nos unía.

- Y yo te amo a ti, Lysander -respondí con voz suave, dejando que mis sentimientos se fundieran con los suyos en un vínculo indisoluble.

Nos quedamos así, envueltos en el consuelo mutuo, encontrando fuerza en nuestra unión mientras esperábamos el nuevo día lleno de esperanza y posibilidades.

A pesar del dolor físico y emocional que nos causaban las torturas, nos aferrábamos el uno al otro con determinación y amor. Cada golpe que recibíamos era como una prueba más de nuestra fortaleza y nuestra capacidad para resistir juntos cualquier adversidad.

Entre los momentos de agonía, encontrábamos pequeños instantes de consuelo en los brazos del otro, compartiendo palabras de aliento y promesas de que saldríamos de esta situación juntos, más fuertes que nunca.

A medida que pasaban los días, nos apoyábamos mutuamente para mantenernos firmes, sabiendo que nuestra unión era nuestra mayor fortaleza frente al tirano que intentaba separarnos. A pesar del sufrimiento, encontrábamos pequeños momentos de felicidad en los recuerdos de nuestro amor y en la certeza de que, mientras estuviéramos juntos, nada podía derrotarnos.

Llamas de devoción la historia de amor de dos Dragones Donde viven las historias. Descúbrelo ahora