Capítulo 28

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Álvaro

Organicé una cena importante con la empresa y decidí llevar a Ámbar como mi acompañante. Sabía que su presencia agregaría un toque de elegancia y sofisticación a la velada, y estaba ansioso por mostrarle a mis colegas lo afortunado que era de tenerla a mi lado.

Cuando llegó el momento de la cena, Ámbar apareció ante mí, deslumbrante en un vestido azul cielo que resaltaba sus ojos. Era como si una luz celestial la rodeara, y no pude evitar sentirme hipnotizado por su belleza.

Mientras nos sentábamos en la mesa, noté cómo todas las miradas se volvían hacia ella. Ámbar irradiaba una confianza y elegancia que capturaba la atención de todos a su alrededor. Era evidente que había dejado una impresión duradera en mis colegas.

Durante toda la cena, me encontré luchando por mantener la compostura. Cada vez que mis ojos se posaban en Ámbar, sentía una oleada de deseo que amenazaba con abrumarme. Su cercanía, su aroma, todo en ella me atraía de una manera que no podía ignorar.

Pero sabía que no podía permitirme dejarme llevar por mis emociones. Nuestro matrimonio era solo una farsa, y no podía arriesgarme a enamorarme de Ámbar. Tenía que mantenerme firme en mi resolución, por más difícil que fuera.

Aun así, era difícil resistirse a ella. Ámbar era simplemente cautivadora, y no pude evitar desear tenerla a mi lado para siempre. Pero sabía que eso era imposible, que nuestra relación estaba destinada a ser solo una actuación.

A medida que avanzaba la noche, me esforcé por mantener mi distancia de Ámbar, pero cada vez que nuestras manos se rozaban accidentalmente o nuestros ojos se encontraban, sentía como si estuviéramos conectados de alguna manera más profunda.

Necesitaba espacio y decidi salir a caminar por los salones de arte, ella estaba entretenida hablando con la mujer de mauro, se llevaban muy bien. Me encontré a solas con mi padre en el salón.

- Ámbar es increíble, hijo.

- Lo es, Es una apasionada del arte y tiene un conocimiento impresionante sobre artistas y pinturas.

Mi padre asintió con interés, y le indiqué que esperara un momento mientras iba a buscar a Ámbar, así podríamos hablar a solas un rato.

Ámbar se mostró encantadora, hablando con entusiasmo sobre sus artistas favoritos y compartiendo anécdotas sobre las obras de arte que había visto en sus viajes. Pude ver cómo mi padre se fascinaba con su pasión y conocimiento, y cómo su encanto natural lo envolvía poco a poco.

Con cada palabra que salía de su boca, Ámbar parecía encantar más a mi padre. Hablaba con una confianza y elegancia que era difícil de ignorar, y su amor por el arte era palpable en cada gesto y expresión.

Mientras los observaba interactuar, me di cuenta de que mi padre también estaba empezando a sucumbir al encanto de Ámbar. Sus ojos brillaban con admiración mientras ella hablaba, y pude ver cómo su corazón se ablandaba ante su carisma y gracia.

Pero mientras Ámbar conquistaba a mi padre con sus palabras, yo me encontraba luchando contra una batalla interna. Cada momento que pasaba a su lado me volvía más loco por ella. Su belleza, su inteligencia, su pasión por el arte... todo en ella me atraía de una manera que no podía ignorar.

Pero sabía que tenía que mantenerme firme en mi decisión de no enamorarme. Nuestro matrimonio era solo una farsa, y no podía permitirme dejar que mis emociones me dominaran. Aun así, mientras observaba a Ámbar y a mi padre charlar animadamente, me di cuenta de que resistirse a ella sería una tarea cada vez más difícil.

Después de salir de la cena con la empresa, Ámbar y yo nos dirigíamos hacia casa en mi auto. Todo parecía tranquilo hasta que Ámbar notó un automóvil que nos seguía de cerca. Su rostro se llenó de miedo y me lo señaló, instintivamente supe que algo no estaba bien.

Comenzó una persecución frenética y llena de adrenalina. Mis manos apretaban con fuerza el volante mientras intentaba perder al auto que nos seguía. Las luces de la ciudad pasaban velozmente mientras girábamos en cada esquina, tratando desesperadamente de escapar de nuestros perseguidores.

Finalmente, después de una serie de giros y maniobras arriesgadas, logramos perder al auto que nos seguía. Respiré aliviado, pero la tensión seguía palpable en el aire.

Miré a Ámbar y vi el miedo en sus ojos. Me acerqué a ella, intentando tranquilizarla en medio de la oscuridad que nos rodeaba. Y en ese momento de adrenalina y emoción, nuestros labios se encontraron en un beso apasionado.

Pero cuando me di cuenta de lo que estaba sucediendo, me detuve bruscamente. La realidad volvió a golpearme con fuerza, recordándome las reglas que habíamos establecido. No podía permitirme enamorarme de Ámbar, no podía permitirme perder el control.

- Lo siento, murmuré, apartándome de ella. - Fue la adrenalina. No debí permitir que esto sucediera.

Ámbar me miró con indignación y dolor en sus ojos. Su decepción me atravesó como un puñal, pero sabía que tenía que mantenerme firme en mi decisión.

Ella salió del auto y entró furiosa a la casa, dejándome solo en el asiento del conductor. Me quedé allí, sintiendo el peso de mi elección sobre mis hombros. Sabía que había herido a Ámbar, pero también sabía que era lo correcto.

Me quedé solo en la sala, con el eco de nuestras palabras resonando en mi cabeza. La noche había tomado un giro inesperado, y no podía evitar preguntarme si alguna vez podría perdonarme por haberla lastimado.

No te enamoresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora