MENTIRAS LACERANTES. ( BORRADOR)[+18]

CAPÍTULO 33. No son perros recuerden

—Con su esposo—llego a su lado y paso mi brazo por su cintura atrayéndola a mí.

Se tensa y ni me ve.

Axel ve su mano y no tiene ningún anillo.

—Si no hay anillos no está casada.

Ella lo ve abierta los ojos y dice rápido.

—Los dejé para que no se me perdieran.

Habla viéndome a mi y no a él.

—Pues que pena bonita—dice divertido el muy...

—No me llames así—le corta su numerito, amo a esta mujer—Espera, ya sabías que estoy casada—habla sorprendida y el la mira con burla.

—Claro que lo sé, ¿Quién no conoce a Alicia Williams?

Ella abrió ligeramente su boca indignada.

—Que imbécil—habla fuerte y toma mi mano dándole la espalda y nos vamos lejos de él, igual las piscinas son muy extensas.

Me da gracia como el agua le llega ya al cuello y a mí recién a las costillas.

Se va haciendo más honda.

Y no puedo evitar reírme.

Se da la vuelta furiosa y me encara.

—¿Qué?

—No, nada—contengo una carcajada.

Y no puedo aguantar.

—¿Por qué te ríes imbécil?—no paro de reírme hasta que dice—mejor me hubiese quedado con Axel.

Dice burlándose y callo viéndole seriamente da la vuelta en dirección de ese imbécil.

Da dos pasos furiosa y a la vez divertida.

Eso sí no, ella es mía.

La tomo del brazo jalándola, no se cómo logro ponerla en mi espalda y hago que sus piernas rodeen mis caderas y sus brazos mi cuello.

Camino rápido a lo hondo.

—No da ni puta gracia—hablo serio y ahora ella es la que ríe.

—Esa boquita esposo—dice divertida—a mi no me dio gracia el porqué te reías.

—No sabes por qué me reía.

—Por eso—habla y no la suelto ni ella me baja.

Pesa como una pluma normalmente y en el agua es más liviana todavía.

—Te ves muy tierna con el agua hasta el cuello—se pone roja y se ríe nerviosa.

—No digas estupideces—habla con su cachete en mi hombro.

Solo sonrió me siento feliz junto a ella.

No puedo evitar preguntar.

—¿Por qué llevas un traje de baño tan cubierto?—es que enserio le cubría todo, era ajustado pero no dejaba ver nada.

—Eres un esposo muy raro—dice y traga—y solo lo use por qué me gusta.

Eso no se lo cree ni ella, veo que su cabello lo tiene suelto también.

Ella es más de amarrarlo que raro.

Algo no cuadra.

De un solo movimiento la cargo por delante, su cara está muy cerca a la mía.

Paso mis manos por sus piernas para que no se sienta incómoda.

Subo la mano a la cintura y ella envuelve sus piernas a mí cadera.