26. Cierre.

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Click. Click. Click.

El sonido del obturador abriéndose y cerrándose en una demente ráfaga de disparos fue lo que le dio la bienvenida. Como un martilleo, esa desquiciante repetición estaba fastidiándole el oído. No podía escuchar con claridad lo que le rodeaba, estaba difuso. Su conciencia estaba en un estado de letargo que se resistía en abandonarla. Parpadeó un par de veces para tratar de despejarse, pero le estaba costando mucho trabajo restablecerse.

― ¿Qué estás viendo? ¿También necesitas una dosis?

―No... yo sólo estaba pensando en la perfección de su trabajo profesor. Los ángulos que empleó hace un momento, estaban dirigidos a capturar a la modelo con la mejor perspectiva posible; para resaltar sus atributos, sus mejores rasgos. Estaba imaginando cómo se vería el resultado. Seguramente hermoso. No estoy segura, pero... creo que ella, la chica, hará que tenga unas tomas espectaculares.

Al reconocer su voz de fondo, Max por fin salió de su aturdimiento. El impacto de repetir esas palabras que liberaron una faceta peligrosa en ella y la llevaron a experimentar de primera mano un sorbo de la locura de Jefferson, definitivamente la habían despejado. La sensación fue tan espontánea que no le dio tiempo a su esófago de frenar las náuseas que la escena le provocó. Ahí, parada a escasos metros, observando en tercera persona cómo se desarrollaba uno de los momentos más oscuros de los que había atravesado frente a su vista, la heroína no pudo gobernar del todo sus emociones. Se había prometido no ceder ante la ira o el odio, dejar atrás la visceralidad que había surgido en ella después de haber visto tanta mierda... pero no pudo. Estaba ahí a merced de sus emociones que hicieron un caos de su interior y la llenaron de frustración porque no tardó en darse cuenta de que no era más que un recuerdo. Una representación visual de lo que ya había pasado.

Otra inclemente ráfaga de disparos irrumpió en la habitación para desgarrarle de nuevo los tímpanos. Max desvió la mirada al suelo tratando de ignorar el vergonzoso hecho que ahora era ella misma quien torturaba a una Rachel tan vulnerable. Aunque había construido un discurso interno para justificar sus acciones, lo cierto es que nunca hizo las paces realmente con ello. No se había perdonado y a ese paso, quizá nunca lo haría. Cerró los ojos, no quería seguir viendo o iba a llorar de impotencia y culpa.

― ¿Huyendo de nuevo? Pensé que te habías decidido a dejar de ser una cobarde hace mucho. ―Su voz, llena de resentimiento y desprecio la obligó estar presente. ¿Era su propio juicio juzgándola? Sonaba similar, estaba ya algo acostumbrada a escucharse sermonearse y sabotearse en su cabeza.

La sorpresa se instaló en su cara cuando se dio cuenta que no era así. Temerosa, la viajera retrocedió unos pasos. No era la voz de su conciencia, sino ella misma. Otra Max estaba ahí de pie justo a su lado observando. Ella lucía diferente. Su aspecto era descuidado y predominaba una paleta de colores oscura. Además, su rostro se había tornado a uno más serio. Se veía demacrada, sus labios estaban arqueados hacia abajo en una endurecida expresión que no mostraba ni un rastro de empatía.

― ¡Ja! Lo supuse.―La expresión de su contraria cambió en cuestión de segundos a una sarcástica― ¿Qué? ¿Acaso no eres capaz de mantener la mirada? Pero si eres tú la que hizo eso. No Nathan, no Jefferson, TÚ, la puta Mad Max. Maxine Caufield fue la responsable de provocar más temor a Rachel.

― ¡Yo nunca quise...! ―la voz de la heroína se quebró.― Solo quería engañar al maldito hijo de perra de Jefferson.

―Eso dices... pero vas a negar que estabas igual de embobada que él en ese momento? ¡Hazme el maldito favor! Estabas tan extasiada que, si ella te lo hubiera dicho, hubieran terminado cogiendo. Observa: justo aquí,_señaló el único sitio de descanso en la estancia_ustedes dos hubieran rodado por ese sillón un par de veces antes que llegara Jefferson.

[Life is Strange] Mi última esperanza.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora