28. Espíritu de venganza.

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Los pasos lentamente se alejaron desde su posición a la puerta. El electrónico y agudo eco de los botones del código era lo único que se oía después de que Nathan terminó el encargo de su maquiavélico profesor. Hasta ese entonces la viajera tuvo que echar mano de toda su paciencia y resiliencia porque tan solo el hecho de ser tocada por el trastornado hijo de los Prescott, incluso sin connotación sexual, le provocaba un desagrado estratosférico que no perdía oportunidad de querer manifestarse.

La puerta metálica se abrió, pesada; y, tan rápido como escuchó reanudar los pasos, esta no tardó en cerrarse. Max tragó saliva mientras luchaba por contener sus ganas de moverse. Entendía que confiarse de más podría ser un error. No convenía que el chico neurótico volviera y la encontrara "despierta". Dejó pasar el tiempo.

Al cabo de varios minutos, su conciencia le gritaba que ya era suficiente tiempo para dar por hecho que se había largado y no volvería. Sin embargo, no tardó en ponerse nerviosa en cuanto cayó en la cuenta que poco podía hacer. Nathan era tan bueno como Jefferson en atar a sus víctimas, claro le había quedado ya a Max. Desafortunadamente había vivido esa experiencia varias veces.

La heroína hizo un repaso mental de sus habilidades temporales, pero ninguna le daría ventaja en esa situación. De nada le servía rebobinar o detener el tiempo. Las visiones no siempre eran del futuro inmediato y a menudo tenía que interpretarlas primero. Circunstancias que no aportaban en nada para liberarse.

Cerró los ojos con fuerza, impotente. No quería abandonarse a la desesperación.

Sí tan solo pudiera acelerar en vez de rebobinar..., pensó.

Abrió los ojos de golpe, aunque por supuesto, no vio nada. Esa, sin embargo, era una idea interesante que merecía la pena ser explorada.

La viajera trató de relajarse lo más que pudo en esa difícil situación. Se preparó mentalmente aún con lo complicado que le resultaba visualizar lo que quería lograr. No tenía idea cómo llevar a cabo algo completamente nuevo relacionado a sus poderes, si estaba al nivel de lo que quería lograr o simplemente si era posible.

Estaba a punto de activar sus poderes cuando irrumpió en la habitación del cuarto oscuro nuevamente el sonido del tablero electrónico. Alguien iba a entrar y, sin tener certeza de su identidad, prefirió tomar precauciones y fingirse inconsciente. La viajera no tardó en reconocer la voz de su amiga Chloe cuando la expresión repentina de horror alcanzó sus oídos en el formato de un grito ahogado. Max se relajó de inmediato. El plan estaba marchando de maravilla. Sus comisuras se curvaron en una tenue sonrisa de satisfacción y alivio.

No sabía qué de todo el siniestro lugar le había causado tanta impresión a Chloe, pero bueno, razones había muchas. Escuchó sus pasos yendo hacia ella cuando de pronto se sumó otro sonido inesperado: los gemidos opacados de alguien más en la habitación.

A juzgar por cómo se escuchaban podría apostar que ese alguien estaba amordazado. Max giro la cabeza hacia el lugar de dónde escuchaba los sonidos por instinto. No podía ver ni moverse mucho en su situación, pero el corazón le dio un vuelco y aceleró su ritmo con la esperanza de que la persona que allí se encontrara, fuera Rachel.

La incertidumbre la mataba lentamente. Chloe no había hecho nada desde que entró. ¿Qué estaba pasando? ¿La impresión fue tanta que se había paralizado? ¿Acaso no era Rachel? Solo podía escuchar los incesantes y desesperados sonidos de la otra persona que no habían parado de alzarse a pesar de la mordaza. Finalmente, Chloe la alcanzó y la tela en sus ojos cayó al tiempo que veía cómo una Chloe en estado de shock la liberaba de sus ataduras con navaja en mano.

―Chloe, ¿estás bien? ― La aludida levantó la mirada y de sus zafiros se transparentó la perturbación emocional por la que atravesaba. ― Eso... Creo. Max, no sé si estoy soñando, pero me cuesta creer lo que veo. Debiste haberme preparado.

[Life is Strange] Mi última esperanza.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora